Organizado por Viajes Sáhara, que dirige María Álamo, tuve la oportunidad de visitar hace unos días el Sáhara Occidental. Es un viaje que quería hacer desde hace décadas, pero nunca encontraba la ocasión de poder hacerlo.

Visitamos en primer lugar El Aaiún: desde la primera edificación española hasta el cine, ya desde hace décadas inutilizado, y hasta el Parador Nacional -hoy propiedad del Estado marroquí-, donde almorzamos productos típicos de la zona. El Aaiún es actualmente una gran ciudad con más de doscientos mil habitantes, con preciosas avenidas recién asfaltadas y con paseos peatonales que inducen a andar pausada y tranquilamente.

Por la tarde visitamos el oasis de Echdera, donde uno se da cuenta de la tremenda importancia que tiene el dorado manantial del agua por muy escasa que esta sea. Las vistas eran además espectaculares. Y visitamos el colegio La Paz, nuevamente en El Aaiún, donde Mercedes, que era profesora en 1975, se reencontró con algunos de los que fueron sus alumnos.

Por la noche acudimos al vibrante mercado de El Aaiún, que estaba rebosante de gente, más aún que cualquier día, ya que al día siguiente comenzaba el Ramadán y las familias se aprovisionaban de comida suficiente para el anochecer.

Continuamos rumbo a Tarfaya, capital de la provincia marroquí, donde admiramos su mítica Casa Mar, y el Museo Saint-Exupery, del mítico autor de "El principito", que vivió ahí unos años de su vida como aviador.

El punto culminante del viaje fue la visita al parque natural de Khenifiss, donde se encuentran las ruinas de la torre de Santa Cruz de la Mar Pequeña, a la que llegamos tras un maravilloso paseo por la laguna de Naila. El historiador Mariano Gambín explicó con mucho detalle todas las vicisitudes de la primera construcción castellana en África; existe una torre gemela dentro del castillo de La Luz, en la capital grancanaria, y la torre del Conde, de San Sebastián de La Gomera, que, aunque no idénticas, sí que se construyeron para que hiciesen similar función. Gambín explicaba y nosotros admirábamos sus detalladas palabras mientras nos hacíamos una idea de cómo tuvo que ser la torre. El sitio exacto de la misma, en la laguna de Naila, solo se ha determinado hace unos años por el propio Gambín, ya que las referencias que se tenían de la misma no habían facilitado la labor de los investigadores.

Pasamos una noche en el desierto, a lo beduino, en una jaima, tras un largo y sinuoso recorrido en los cuatro por cuatro, en los que hicimos siempre el itinerario. Fue una noche maravillosa; algunos observaron detenidamente las estrellas y otros vieron un amanecer simplemente maravilloso. Con el propio Gambín, algunos nos acercamos a presenciar una vista que nos quedará para siempre en nuestras retinas. Dunas espectaculares y visiones de cadenas montañosas a lo lejos.

Antes de regresar estuvimos en el punto exacto donde concluyó la Marcha Verde, en el citado año de 1975, donde hay un monumento conmemorativo.

Un viaje único, impresionante, de esos que te dejan sin palabras y que te tienen el corazón siempre en vilo. Me hizo recordar las palabras de Ernest Hemingway: "Nunca hubo un día , en África, que, al despertarme, no fuera feliz".

*Presidente de TuSantaCruz