Nos plantean todos los días los problemas de obesidad en Canarias, en muchos casos como la comunidad autónoma con más obesos y enfermedades relacionadas con la misma. El doctor Maceiras nos plantea la prevención como asignatura pendiente en nuestra salud.

Nos dice el amigo Pedro Molina que los trece millones de turistas no son "aristócratas" y que muchos quieren alimentos de la tierra y se interesan por los campos cultivados, en una valoración agroambiental.

¿Qué hacemos aquí y ahora para conjugar dicha realidad? La tele, el sillón, la comida basura, las papas fritas, la bollería..., pérdida de relación con el campo..., ni vacas ni cochinos ni gallinas...

Nos quejamos de que un litro de leche lo pagan al ganadero a 0,40 euros, menos que una botella de agua, y nos lamentamos de que los jóvenes no miran para el campo, el cual hemos devaluado social y económicamente; no queremos "esclavos" y nuestros hijos siguen el espejismo urbano de la ciudad, que impone al mundo rural un marco jurídico de contemplación, un campo sin campesinos. Nos alimentamos del exterior, ordeñamos el wasap o bien buscamos pokémons.

¿Son los campesinos una especie en extinción?-

La ley del suelo propone otro tratamiento sobre el mundo rural: que las labores y las actividades en suelo rústico sean más sencillas, que los campos balutos y las normas supuestamente ambientales dejen de ser una barrera como hasta ahora, donde las tierras labradas descienden cada año, o corrigiendo casos como que gran parte de las explotaciones ganaderas están como alegales y piden una moratoria, ya que la legislación anterior las condenó a la "ilegalidad". Leyes cargadas de normas urbano-consumistas planteadas por unos supuestos cuidadores de la naturaleza, sin contar con los campesinos.

Nos dicen los cocineros de la nueva ley que dicho documento recoge gran parte de la problemática del campo y los campesinos, y demandan una moratoria para casos complicados, con lecturas temporales para casos excepcionales. Esperemos que casos como el del suelo rústico de protección paisajística permita usos tradicionales: en una palabra, se simplifiquen los usos como antaño, ya que con dichos usos hemos conservado el actual patrimonio ambiental en las Islas. Esperemos también que cortemos las contradicciones actuales en las que un consejero autoriza y el otro prohíbe una instalación básica en el campo, un cuarto de aperos, un baño (Trabajo lo pide y Política Territorial lo niega).

Espejismo urbano y supuestos planteamientos de la modernidad.-

Nos decía el doctor Norman Borlaug (padre de la Revolución Verde) que con la mejora de las semillas, los fertilizantes, pesticidas, herbicidas, es decir, con la agroquímica, sobran alimentos y, por supuesto, campesinos. En Canarias nos hemos pasado: menos del 3% de nuestros activos para cultivar nuestros campos de complicada mecanización.

En las Islas tenemos actualmente una mentalización que comienza a valorar la sentencia de Víctor Lindlahr ("eres lo que comes"), que venía a decir que el 90% de las enfermedades eran producto de los "comestibles baratos". La inquietud por la comida ha ido en aumento en Canarias: la obesidad, la "alergia al sacho", las modas urbano-consumistas, los supuestos "protectores" de la naturaleza sin campesinos, los que dejan el sacho por la PlayStation, etc.

La nueva ley parece que está en un nuevo marco que rompe las barreras actuales, que facilita acercarse al campo y que promueve la producción de alimentos, los cultivos de la tierra, una alimentación sana, la puesta en cultivo de algo más de cien mil hectáreas, ahora cargadas de matorrales, desde aulagas a magarzas, zarzas y cañeros, con riesgo para los incendios.

Se debe volver a los usos tradicionales en nuestros campos, mejorando la situación alimenticia en nuestra tierra. Es preciso fomentar el papel social de la agricultura como generadora de alimentos y trabajo, así como su función vital en otro estado de cosas como el tema ambiental, pero también en el equilibrio demográfico y el mantenimiento del poblamiento. No olvidemos que en Canarias han perdido población más de veinte municipios en las últimas décadas.

Tenemos un serio problema con el campo y los campesinos. Hemos de crear nuevas condiciones tanto en un equilibrio de población, alimentación y medioambiente, sobre todo la incorporación de nuestros jóvenes al territorio en un nuevo modelo socioambiental en el que lo local, lo pequeño, lo nuestro, se dignifique y revalorice. La actividad agroganadera es una de las patas de la mesa del territorio y la sociedad canaria.