Sabido es que, en democracia, una pieza importante en el funcionamiento de las instituciones es la denominada oposición. Esta figura está descrita en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) de la siguiente manera: "6. Grupos o partidos que en un país se oponen a la política del Gobierno. // 7. Minoría que en los cuerpos legislativos impugnan habitualmente los actos y doctrinas del Gobierno".

Me parecen algo drásticas las descripciones citadas porque, entiendo, no todas las decisiones tomadas o propuestas por un gobierno en el ejercicio de su función han de ser merecedoras de rechazo por parte de la oposición. Sí creo que la oposición está obligada a manifestar su condición en aquellos asuntos que resulten lesivos para la mayoría de ciudadanos o en aquellos que no están claras las consecuencias que se puedan derivar de su aceptación. Vierto esta opinión desde la condición que me otorga haber sido concejal, en la oposición, durante cuatro años (1983 a 1987) en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife.

Estoy leyendo, con detenimiento, la sentencia judicial sobre el asunto de la compraventa de parcelas en Las Teresitas. También estoy repasando los múltiples recortes de hemeroteca que tengo archivados respecto de este asunto desde 1999. Y de todo ello veo cómo se conocía la falta en el expediente de las tasaciones efectuadas por los técnicos municipales en cuanto al valor de los terrenos. Y digo esto porque en el segundo párrafo del punto octavo, en la página 14 de la sentencia, leo: "Se convoca una sesión extraordinaria y urgente de la Comisión Informativa conjunta de Urbanismo y Economía el 18 de julio de 2001 (...).El Sr. Fresco Rodríguez preguntó expresamente si el expediente estaba íntegro, si habían sido incluidos todos los informes de valoración y si los informes técnicos del secretario y del interventor eran positivos".

Recuerdo de aquel pasado, 1983 a 1987, cómo había dos concejales en la oposición que no nos conformábamos con preguntar respecto del contenido de los expedientes. José María Lorente (q.e.p.d.) y yo nos dejábamos las pestañas leyendo los expedientes que habían de ser debatidos en las comisiones informativas de las que éramos partícipes y, desde luego, en los plenos. Y cuando era el caso no preguntábamos, afirmábamos que tal o cual documento faltaba en el expediente. Y el expediente quedaba "sobre la mesa", expresión que significaba que tras completarlo se llevaría a la próxima sesión. Trabajábamos en la oposición. No simplemente estábamos en la oposición. Había compañeros que decían aquello de "fuera del gobierno hace mucho frío"; pero no les apetecía trabajar en la oposición aunque solo fuera para entrar en calor.