Aceptó el encargo en enero de 1937 pero no inició el trabajo hasta el 27 de abril, cuando Europa despertó conmovida por el horror del bombardeo de la villa de Guernica, perpetrado el día anterior por la Legión Cóndor. Ese fue el argumento del cuadro más famoso del siglo XX, el símbolo con el que Pablo Picasso definió la guerra desigual entre la legitimidad republicana y la rebelión militar inspirada y patrocinada por fuerzas y fortunas conservadoras, encabezada por Franco y con la decisiva ayuda de la Italia fascista y la Alemania nazi.

En paralelo con otras sesenta obras entre óleos y dibujos, la matanza de inocentes se realizó durante seis semanas y ocupó un lienzo de 7,80 x 3,50 metros. Dora Maar dejó un documentado seguimiento fotográfico de la creación torrencial del malagueño, que fue recibida por los representantes de la II República el 15 de junio y se mostró en la Exposición Internacional de París hasta noviembre. Además del Palacio de Chaillot, la muestra ocupó cien hectáreas del Campo de Marte y tuvo entre sus mejores reclamos las colosales misiones de la Unión Soviética, metida entonces en la Gran Purga que aseguró el poder a Jôsif Stalin, y la Alemania de Hitler, en vísperas de la II Guerra Mundial. Frente a los espejos de la división del poder en Europa, el Pabellón de España -un diáfano y modesto edificio de Josep Lluis Sert y Luis Lacasa- ofreció una selección plástica en la que sobresalieron los nombres de Joan Miró, Julio González y el norteamericano Alexander Calder.

Constantino Aznar, entonces en la capital francesa, me habló del éxito popular de la famosa tela -porque la crítica y la progresía la bendijeron desde la hora cero- y aseguró, con datos de prensa, que la cifra de visitas casi llegó al total de localidades vendidas -más de treinta millones- y que, más allá del valor plástico, "la Guerra Civil y el miedo a los totalitarismos la convirtieron en el más poderoso icono contemporáneo, en el alegato por excelencia contra la violencia y los violentos y en un homenaje a la inocencia perpetua de las víctimas".

En su ochenta aniversario una exposición de ciento ochenta piezas de nombres cimeros contextualiza el gran lienzo en su sede del Reina Sofía y enseña las formas y maneras que cerraron las vanguardias y cambiaron el rumbo del arte hasta nuestros días.