Nuestros padres fueron hijos de una generación que vivió las peores consecuencias de una sociedad dividida, iracunda, donde todo el mundo se pensaba en uso de una razón que le negaba al prójimo. Aquella España donde los rencores hicieron imposible la convivencia pacífica y que terminó viviendo una pesadilla de guerras, ejecuciones y cárceles sin cuento.

Nuestros padres hicieron la democracia sobre esos restos. Imperfecta pero irrepetible. La gente de mi generación ha crecido en libertad, sin saber lo que es la censura, con servicios de educación y salud pública, en una sociedad moderna y europea. Muchos de nuestros padres eran los hijos de los rojos y de los fachas, los herederos de los vencedores y de los vencidos. Podían haber estado separados por los mismos rencores que la generación anterior, pero fueron capaces de escucharse, de discutir, de rivalizar democráticamente en las urnas y de hacer este país, que hoy se parece en muy poco al que salió de una dictadura.

La tolerancia consiste en vivir y dejar vivir. Pero también en el compromiso con la lucha para que eso se pueda producir.

La Europa de la que formamos parte, la del Renacimiento, la de la Revolución Francesa, la de los enfrentamientos bélicos mundiales, está llena de cicatrices y viejas heridas sobre las que se edificó una sociedad libre de pensamiento y de palabra. Pero es tanto el miedo que sentimos que empezamos a pensar que el silencio impuesto es una solución rentable.

Los atentados de Niza, de Londres y de Estocolmo van elevando el nivel de inseguridad y de miedo en la sociedad europea. El anunciado "brexit" de Gran Bretaña es un adiós a Europa porque los británicos no están de acuerdo con las políticas migratorias permisivas de la Unión y quieren blindar sus propias fronteras.

Cada mes que pasa, cada día, miles de personas fluyen desde distintos países de África, Medio Oriente o del Este de Europa, buscando refugio dentro de las fronteras de los aún veintiocho países de la Unión.

Los expertos advierten de que existe una capacidad máxima para absorber inmigrantes en cada uno de los países; una "carga de población" que es la máxima que puede sostener una economía y una sociedad sin quebrarse. En torno a ese concepto aparecen los populistas. Los de izquierdas ganan votos a base de gritar que hay que recibir a todas las personas desesperadas que lo necesiten, con independencia de su número. Y los populistas de derechas ganan cada vez más votos denunciando que la inmigración masiva está destrozando las culturas de nuestras ciudades y está creando una nueva clase de pobreza incapaz de integrarse en las sociedades y los mercados de trabajo. Y con cada nuevo atentado, el miedo contribuye a tensar todas las alarmas y a que la gente empiece a cuestionarse nuestras políticas de solidaridad.

Europa debe organizar una política de inmigración en la que sea capaz de atender a esos cientos de miles de personas que lo necesitan, pero atendiendo a la capacidad de sus distintas sociedades de ofrecer estabilidad, prosperidad y servicios públicos esenciales a todas esas personas que pasarían a vivir dentro de nuestras fronteras. Se trata de ser capaces de salvaguardar nuestro futuro y de ser capaces de ofrecer un nuevo futuro a otros que lo necesiten.

No es sencillo pero es imprescindible. Ese es el gran reto y el posible fracaso al que se enfrenta la UE, que se debate en la persecución incesante de cualquier sospechosos de radicalización islámica y en la ausencia de una adecuada política de inmigración, al mismo tiempo flexible y exigente.

La solución a nuestros problemas no está en caminar hacia una "policía del pensamiento", hacia calles sembradas de cámaras de vigilancia y hacia el aumento de la dotación de los cuerpos de seguridad hasta el infinito. Está en que sepamos volver a crear una Europa llena de europeos, de trabajadores y familias satisfechas de un espacio de justicia social y bienestar, que defenderán con uñas y dientes. Está en que sepamos construir a gran escala el milagro de entendimiento y tolerancia de nuestros padres.

"Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo". La frase de la escritora Evelyn Hall es un hermoso canto a la tolerancia que empieza a convertirse en uno de los bienes más escasos de la Unión. El miedo nos hace cometer errores. Europa puede perder de golpe la prosperidad, la libertad y la gente. Vivimos los peores momentos en el mundo como para no tener una Unión Europea firme y segura. Debemos ser más europeos que nunca porque Europa nos necesita tanto como nosotros a ella.

*Presidente del Cabildo de Tenerife