Hace pocos días falleció el politólogo y sociólogo italiano Giovanni Sartori a los 92 años de edad. A lo largo de su intensa vida, Sartori obtuvo multitud de premios internacionales, entre ellos el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales de 2005, el Premio Karl Deutsch de la International Political Science Association en 2009 y fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad Complutense de Madrid, así como por la Autónoma Nacional de México y la de Guadalajara del mismo país, la de El Salvador de Argentina y Georgetown de EE.UU.

La democracia, según el ilustre profesor de Florencia, se ve obstaculizada por la pobreza y está relacionada con el bienestar. Históricamente no ha sido así: la liberal-democracia, como sistema de libertad y de protección constitucional, nació en sociedades pobrísimas; y el liberalismo instituye el Estado limitado, el control del poder y la libertad desde el Estado. Pero hoy ya no es así. Y en este contexto la tesis de los economistas es la siguiente: si un país produce riqueza, al final produce democracia.

La tesis de los sociólogos es más prudente. Según Lipset, "cuanto más próspero es un país, es más probable que sostenga la democracia". Sí, es verdad, opinaba Sartori. O sea, es verdad que el bienestar facilita la democracia. La duda, actualmente, es si el bienestar continuará creciendo, y si la guerra a la pobreza (en el mundo) podrá ser vencida.

En menos de un siglo la población mundial se ha triplicado. Hoy somos más de siete mil quinientos millones de personas (según datos de Population Matters a 31 de enero de 2017), y continuaremos aumentando en setenta millones al año; según Worth Population Growth la población mundial podría llegar a 9.500 millones en 2015 y a 10.900 millones en 2100: todos en países pobres, y probablemente destinados a seguir siéndolo. De lo cual deducía Sartori que la teoría economicista no nos debe hacer olvidar que la democracia como sistema político de protección es un bien en sí mismo, y que es siempre mejor ser pobres "libres", en libertad, que no pobres en esclavitud.

La segunda teoría es cultural y de visiones del mundo. Si es verdad que la democracia liberal nace del seno de la cultura occidental y en función de su laicización, entonces tenemos que esperar que se encuentre con resistencias, incluso que haya reacciones de rechazo, culturales. Sí y no. La democracia se ha exportado a Japón por la fuerza de las armas, pero después ha arraigado. En India la democracia es una herencia inglesa, pero ha sido plenamente adoptada. Así pues, se dan casos de exportaciones culturalmente improbables que, sin embargo, han sido un éxito.

Existe, no obstante, según Sartori, una segunda cara de la moneda: la de la importación (inmigración) a Occidente de culturas alógenas. Aquí el problema es de integración, y la pregunta es si los asiáticos, indios, africanos, árabes, se integran o no, aceptan o no, las instituciones democráticas de los países en los cuales vienen a vivir. A este propósito se puede responder que a veces sí y a veces no. Pero para ser más precisos hay que puntualizar qué se entiende por integración. Para empezar, integración no es asimilación, aseveraba el sociólogo italiano. Los indios, japoneses, chinos, trasplantados a Occidente mantienen su identidad cultural (y en este sentido no se dejan asimilar) y, sin embargo, se han integrado en la ciudad democrática y se han hecho buenos ciudadanos de ella. Y en este resultado no hay ninguna contradicción. Porque la integración necesaria y suficiente es solamente la adhesión a los principios ético-políticos de la democracia como sistema político. Nada más, pero tampoco nada menos.

Otro problema mucho más difícil de resolver es el de los nativos de Estados donde el Islam es la única religión; es más, es la religión del Estado.

Giovanni Sartori tuvo una gran contribución investigadora al debate contemporáneo de la ciencia política. En su obra, especialmente dedicada a la elaboración de una teoría de la democracia, estuvo siempre presente su compromiso con las garantías y las libertades de la sociedad abierta. Criticó con dureza desde el prestigioso periódico italiano Corriere della Sera la política italiana, lo cual no fue óbice para que su cáustica opinión fuera siempre respetada. "Soy un superviviente de otro tiempo, uno de los últimos dinosaurios que aún creen que lo importante es intentar conseguir que se entienda un problema, y no sólo aportar nuevos comentarios y análisis", afirmó.

El profesor Giovanni Sartori ha reflexionado y alertado con particular agudeza sobre los problemas sociales e institucionales de nuestro tiempo y sobre el necesario equilibrio de los diversos poderes en las sociedades democráticas. Por todo ello, su pensamiento gozaba de un extraordinario prestigio en la opinión pública internacional.

*Presidente de TuSantaCruz