En su discurso ante el Parlamento Europeo con motivo de la celebración del 60 aniversario de la Unión Europea, el eurodiputado español del Partido Popular Esteban González Pons ha puesto de manifiesto la situación actual de Europa, destacando descarnadamente su tremenda soledad. En un discurso sin papeles -es inquietante que se tenga que resaltar el hecho de que un parlamentario tenga que hablar sin leer-, que, por cierto, se ha hecho viral en las redes sociales, el señor Pons describe un panorama un tanto desolador, en el sentido de que estamos rodeados de problemas que nos acechan, como puedan ser los populismos, la inmigración, la belicosidad de Putin o el ya famoso muro de Trump, sin olvidarnos, por supuesto, del desafío que pueda representar para el futuro de la UE el reto del "brexit".

No obstante, el verdadero problema de la actual UE consiste en la incapacidad que tienen los actuales dirigentes políticos europeos de no ser capaces de transmitirles a sus conciudadanos que la actual soledad de Europa se combate con más Europa. Con una Europa unida y fuerte, solidaria y, a la vez, orgullosa y defensora de sus valores y principios democráticos y de libertad. No cabe otra posibilidad que seguir adelante para ser capaces de ser competitivos ante una globalización donde el más fuerte y unido es el que vence y convence. De ahí el peligro del antecedente del "brexit", ya que este representa una salida egoísta, insolidaria y desalentadora para el conjunto de los países miembros de la UE; un retroceso del que seguramente nos terminaremos arrepintiéndonos todos, comenzando por los propios ingleses y no digamos los gibraltareños.

Y es una lástima porque, independientemente de que Europa sea un mercado único, que lo es, también representa la ilusión y el sueño colectivo de millones de ciudadanos que, en un momento dado, decidieron que la mejor forma de combatir su pasado repleto de guerras absurdas y fratricidas era depositar su esperanza en un destino político y económico común. Olvidar viejas rencillas fronterizas y, sobre todo, rencores y odios enconados en un pasado que no siempre estuvo al servicio de la paz y de la libertad de sus conciudadanos.

Es cierto que la UE tiene defectos y su proyecto es muy mejorable; entre otros motivos por el hecho de que los burócratas que la lideran dirigen y gestionan lo hacen con una falta absoluta de convicción y de ilusión, por lo que no nos ha de extrañar que no hayan sido capaces de cambiar el sentimiento de desafección de sus conciudadanos; y porque, a pesar de haber conseguido una unión libre en cuanto a capital, mercado, mercancías y personas, no lo han sabido hacer también en relación a la unidad política de los países miembros.

No obstante, es un hecho incuestionable que Europa representa la reconciliación, la democracia, la libertad y el estado del bienestar; además de disfrutar de igualdad y defensa religiosa, política y jurídica para todos sus residentes. No parece, pues, este instante en que se celebra su 60 aniversario el momento de dudar de su viabilidad y futuro colectivo. Como dijo en su discurso el parlamentario Pons, "la Unión Europea es la única primavera que nuestro continente ha vivido en toda su historia", y no le falta razón. Y tal vez por ello, y a pesar de que la primera ministra inglesa, la señora Theresa May, anunciara en el parlamento británico la salida del Reino Unido de la UE a través del "brexit," con aquella terrible sentencia de "este es un momento histórico que no tiene vuelta atrás", no estaría de más apoyar las palabras del eurodiputado español cuando afirmó que "el resto de los europeos comencemos a soñar con el día en que los ingleses vuelvan a casa". Europa, ahora, nos necesita más que nunca. No le demos la espalda.

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