Muchas y muchos de los que hoy tienen poder para torcer, aunque sea un poco, el rumbo del gris marengo futuro de nuestros y nuestras jóvenes, defienden la Filosofía en la intimidad. Algunos, incluso, en un entorno semipúblico, critican las corrientes neoliberales que produjeron la neumonía de la reducción drástica de la presencia de la Filosofía en el sacrosanto bachillerato LOMCE. Aún llevan muchos rasgadas sus vestiduras desde que saltó a la palestra la más que probable desaparición de la Filosofía del sistema educativo a corto plazo.

Sin embargo, cuando despiertan a la cruda realidad de que pueden contribuir en la toma de una decisión que palie y/o matice tal horror, miran para otro lado; cuando no, se unen a esa masa de responsables que ha antepuesto sus intereses, de dudosa condición, a que la gente joven acceda a una formación completa que le permita mirar el mundo más allá de la postverdad.

En un momento histórico en que todo el mundo con dos dedos de frente vería como imprescindible una educación que nos ayudara a mirar críticamente las modas y las circunstancias, los mensajes y las noticias, los hechos y los criterios, debemos asumir cada uno y cada una la responsabilidad que tiene en todo esto. Porque ya está bien de eludir lo que nos toca, en la medida que nos toca, en la educación en general y en la enseñanza de la Filosofía en particular.

Señores rectores, señores vicerrectores, señores decanos, señores políticos, distintos agentes sociales: ¿creen verdaderamente que pueden eludir las consecuencias de sus acciones u omisiones sólo despotricando del Gobierno central? Pero sobre todo: ¿qué mensaje estamos lanzando, como "autoridades académicas y morales", contribuyendo, por ejemplo, a que para Magisterio pondere más una materia como Economía de la Empresa que la Historia de la Filosofía? ¿Y para ser abogada o trabajador social pondere más Química que la Historia de la Filosofía? O sea, ¿que para formarse como docente sea más importante llevar una empresa y para un trabajador social saberse la tabla periódica, y todos sus ácidos, a conocer la historia de nuestras ideas, valores y avances científicos, incluida la propia democracia, tan tambaleante? Como dirían en Tenerife: ¡chiquita barbaridad!

No me interesa saber quién ideó este perverso sistema, así se condene en todos los infiernos posibles, pero resulta aterrador conocer a quienes, teniendo la posibilidad de ser un grano de arena en las playas del cambio, se convierten en un tenique de enormes proporciones que impide un futuro humanizador y humanizante. Muchos, si no todos los que no mueven un dedo para cambiar estas tornas miran horrorizados la imagen de Trump dándole prácticamente la espalda a Angela Merkel, y no encontrarán la relación entre esa imagen con el tema de este escrito. Igual es que no comprendieron en su momento la Filosofía.

*Profesora de Filosofía