Estamos en plena Cuaresma (aunque a veces no lo parezca) para los católicos, que hasta hace poco tiempo eran la mayoría del pueblo español (un 70 u 80 por ciento se declaraban así). Debería ser una época de oración, penitencia, ayuno, sacrificio y amor, que comprende cuarenta días, desde el Miércoles de Ceniza, que este año fue el 1 de marzo, hasta el 10 de abril, comienzo de la Semana Santa. Es una imitación a los cuarenta días que Jesucristo pasó en el desierto, en ayuno y sufriendo las tentaciones del Maligno, preparándose para la Semana de Pasión, donde fue apresado, juzgado, injustamente condenado y crucificado. Resucitando al tercer día como todos los creyentes sabemos y creemos y está sentado a la derecha de Dios Padre, donde juzgará a vivos y muertos hasta el final de los siglos.

Como decía al principio, a veces en un país de mayoría católica como el nuestro no parece que estemos en Cuaresma, por los publicitados carnavales, que sobre todo aquí en la isla comenzaron un 27 de enero y acaban de terminar ¡en Santa Cruz de Tenerife! el 5 de marzo, Domingo de Piñata, es decir, más de un mes de desenfrenos, de ruidos, cortes de calles y gastos, muchos gastos.

Antes, pasadas las Navidades, que terminan el 6 de enero, había tiempo de programar los carnavales sin tener que realizarlos en Cuaresma. Hoy muchos pueblos aún los están "celebrando" para que no coincidan con los de Santa Cruz, que les restaría concurrencia. Como sigamos así vamos a llegar a celebrarlos en plena Semana Santa.

El pueblo, la gente, tiene derecho y hasta necesidad de divertirse, pero con cierto control y hasta unos límites. Recuerdo hace ya muchos años las mascaritas por la calle (¿me conoces, mascarita?) y los bailes en el Parque "Restregativo" y en las distintas sociedades. En esa época, a los nueve meses solían aumentar los recién nacidos. Ahora no he oído comentarios sobre el particular; nacerán algunos, pero posiblemente menos; hay muchos procedimientos para evitarlos. Entonces, las fiestas tenían una duración lógica de diez a quince días, no la barbaridad actual.

Puede ser que algunos festejos, como el coso, atraigan algunos turistas unos días, pero creo que el volumen de gastos será muy superior a los beneficios. He comentado en algunos años que igual que la Feria de Sevilla se celebra en un recinto o zona, podría dedicarse una zona de Santa Cruz, lo grande que se quiera (¿en el puerto?), y no involucrar a toda la ciudad con cortes de tráfico y gran volumen de ruidos. No debemos olvidar que habrá mucha gente, sobre todo personas mayores y enfermos, que no participan, que a lo sumo lo ven por la televisión y que necesitan descanso y sosiego.

Este año los festejos se han visto ensombrecidos por un "desagradable" tema, la gala de Drag Queen de Las Palmas de G.C., donde, tristemente para mí, tiene un gran predicamento (que por lo visto "alguien" de Santa Cruz quiere copiar, por supuesto sin necesidad). Pues bien, casi siempre, en especial en el "entierro de la sardina", se han utilizado ropajes de carácter religioso, monjas y curas, hasta algún obispo que otro, por lo del "entierro" y, en función de la libertad de expresión, nadie ha comentado nunca nada, aunque a algunos como a mí no nos parece bien. Pero este año se han pasado. Precisamente la ganadora (¿habrá sido por eso?) representaba lo más sagrado para los creyentes cristianos: la Virgen María, madre de Dios y Jesucristo nuestro Dios crucificado. El afán de llamar la atención y de protagonismo utilizando la religión de muchos millones de españoles y españolas, tomando como base la libertad de expresión, reconocida en nuestra Constitución pero sometida a unos límites como es el respeto a otros derechos como la libertad ideológica y religiosa, reconocidos también en nuestra Constitución (Art. 16), es una gran desconsideración que allí mismo, donde se produjo, tenía que haber sido rechazada por los presentes, y en lugar de eso se llevó el premio. La Fiscalía del Estado ha abierto expediente por si hay indicios de delito.

Hoy en día, en esta España nuestra, el descreimiento, la falta de una cultura religiosa y la relajación de costumbres es la norma general; así se producen cada día hechos espeluznantes, como la muerte de algún bebe o niño por sus propios padres y, sobre todo, el maltrato y en muchos casos muertes de la pareja. Ya no suele hablarse de la esposa, por lo religioso o por lo civil; la pareja, y va que arde. El consumo de alcohol, desenfrenado en algunas ocasiones, jóvenes y casi niños incluidos, se ha disparado; el consumo de droga, también. Todo ello contribuye a que ocurran estas cosas.