Lo bueno que tiene esto es lo mal que se está poniendo. Alguien ha echado un bote de gasolina en el hormiguero político y el personal ha pasado directamente de "Sálvame" a "La noche de los muertos vivientes", en un paroxismo catártico de empujones y navajazos que parece superarse día a día.

Empecemos por Madrid. La izquierda desgarrada transita la empinada cuesta del Gólgota en el que algunos acabarán crucificados. La sorda lucha entre "pablistas" y "errejonistas" acabará este fin de semana con un difunto que, aunque se guarden las formas, será un cadáver exquisito con fecha de caducidad. La otra batalla, no menos cruenta, entre el zombi de Pedro Sánchez contra Patxi López y Susana Díaz, acabará también con un socialismo escindido y patidifuso. El panorama sería para que en el PP, donde reina Mariano Rajoy desde un trono de exitoso mutismo, estuvieran brindando con champán. Pero un Gobierno en minoría amarga cualquier dulce y en Moncloa están insomnes con los presupuestos del Estado y el desafío catalán que se puede llevar por delante al Estado y los presupuestos. No están para fiestas.

En Canarias estamos a una hora menos, pero con los mismos follones. La epidemia de divisiones de Podemos, escenificada en las Islas con su divorcio de Sí se Puede, parece incontrolable. El morado, además del color oficial del partido, define el intercambio de golpes entre el aparato y los disidentes que ha terminado salpicando plácidos gobiernos como el del Cabildo de Gran Canaria, donde a Morales le ha cogido el divorcio con un pie en cada cama. Entre los socialistas las espadas están en alto suspendidas, como la de Damocles, por un pelo de la cabellera de doña Susana. Y es de prever que cuando se despeje la secretaría general del PSOE, el filo terminará cayendo sobre varios cogotes. A saber cuales.

En el PP canario van surgiendo aspirantes a disputar la presidencia como esporas. La candidatura de Asier Antona no va ser un paseo de rosas, sino un paseo por los rosales -por la parte de las espinas-, con alguna hiedra venenosa entre los capullos, aunque todo el mundo da por seguro que donde manda el capitán Rajoy no manda ningún marinero. Y del rincón en el ángulo oscuro, Coalición Canaria, repatingada con suavidad en el solitario gobierno, intenta desarrollar un perfil bajo, ante la que está cayendo, para convertir su congreso en lo que deben ser todos los congresos de los partidos -un ejercicio de autobombo- si no se lo estropea la calima que de vez en cuando se levanta en las islas orientales.

Todo lo que ocupa ahora al personal es ganarse unos titulares en los informativos. Al precio que sea, lo que ha supuesto colocar la política en sus máximos niveles de frivolidad. Tan es así que por conquistar la notoriedad a la peña ya no le hace ascos ni al sacrificio de bajarse los pantalones y enseñar el culo, como hicieron el otro día frente al Negrín en Las Palmas. Y eso que enseñar el culo, en la política canaria, tiene sus ciertos riesgos.