Últimamente los grupos de la oposición en Canarias han asumido dialécticamente, para referirse a Coalición Canaria, el uso del nombre de la vieja ATI, aquella Agrupación Tinerfeña de Independientes de Hermoso que proclamó llegada "la hora de Tenerife" y la hora de las Islas. Los argumentos que se manejan por estos líderes grancanarios es que "el poder" de Tenerife vuelve a ejercerse de manera perversa para perjudicar a la isla redonda; que el Gobierno canario es un títere del Cabildo de Tenerife y que Coalición Canaria está manejada por "la ATI profunda".

El lenguaje regresa al viejo insularismo, ahora con la colaboración del PSOE tinerfeño, como preludio del regreso de la política misma. Los titulares muestran claramente que en Gran Canaria se está produciendo una erupción de sentimientos de maltrato. Es un fenómeno transversal, que afecta a todos los partidos, todas las ideologías y todos los poderes. Al exdelegado del Gobierno en Canarias, Enrique Hernández Bento, no se le ocurrió mejor argumento para defender su candidatura a la presidencia del PP de Canarias que la afirmación de que el presidente tenía que ser de la isla donde más votos tenía: la suya. Lo mismo que Juan José Cardona, que entiende que hay que "posicionar" a Gran Canaria en el mapa político regional. El discurso de Antonio Morales, desde la presidencia del Cabildo, bebe en las fuentes de la grandeza perdida de su isla, a la que la autonomía canaria no ha hecho sino perjudicar. Y hasta en un partido regional como Podemos, de nueva factura, el peso de los liderazgos internos del aparato, sitos en Gran Canaria, está afectando el discurso político con tics claramente insularistas.

En realidad, el sentimiento existe en la sociedad y los políticos solo tienen la astucia de cabalgarlos como una ola. El análisis político de NC, "Nueva Gran Canaria" -como ya le replican desde CC-, es justamente eso: astuto. Electoralmente encerrados en un éxito indiscutible pero acentuado en una isla, ven cómo Coalición teje a su alrededor una red de influencias y alianzas en las restantes circunscripciones. Es el viejo modelo de "seis contra una". El Cabildo de Tenerife, por ejemplo, no ha tenido ningún problema en perder dinero y defender la solidaridad con las cinco islas "menores" en el polémico plan de desarrollo regional, FDCAN. No es casualidad. Los líderes grancanarios han tenido que echar mano de la historia, sacar la momia de ATI del armario y empezar a vender otra vez un producto altamente inflamable. No es casualidad que sea en Gran Canaria donde han nacido los movimientos más potentes para una reforma del sistema electoral para liquidar el actual equilibrio de representantes (que favorece a las islas no capitalinas; las aliadas naturales de los perversos chicharreros).

La clave del aumento de temperatura política hay que buscarla en la escisión del nacionalismo en dos y en que uno gobierna y el otro no. No se entienden. Pero volver al viejo lenguaje y los vibrantes discursos es jugar con fuego. Y ya decían los viejos que quien juega con fuego se mea en la cama.