Dicen que Malú es una poligonera. Lo cuentan algunos compañeros de la profesión que entienden que, por tener más educación que ella, son mejores artistas. Pero no quiero entrar hoy en este tipo de ítem de la palabra, sino en otro. Hablo de los polígonos industriales que se encuentran en Tenerife. Vacíos, oscuros, sucios. Zonas desprotegidas en las que se puede hacer cualquier trapiche a poco que se despistan los que trabajan en sus naves. Han sido y algunos son, aún, tierra de nadie en medio de no se sabe qué. Pero los polígonos hoy también son ciudad, y los vecinos transitan por sus siniestras calles para llegar a su casa.

De la falta de seguridad en las edificaciones no hay ningún responsable, aunque en ocasiones los propios empresarios se echen las manos a la cabeza. De la delincuencia organizada en torno a sus naves tampoco. Con carreteras desastrosas, son zonas conflictivas en el mismo centro de núcleos poblacionales de la que los alcaldes prefieren salir por peteneras. Y claro, del día a día de un polígono tiene que formar parte activa la administración. Los medianos empresarios que trabajan en estos entornos están hartos de padecer una administración ineficiente, que los explota a impuestos que luego no redundan su funcionamiento. Cuando transitamos alguno de ellos, parece que estamos en Sarajevo. Inmersos muchas veces en una gestión que da pena, vecinos y empresarios son hoy poligoneros en el limbo.

@JC_Alberto