Con el acrónimo DMZ (del inglés De Militarized Zone), término que también se utiliza en informática, se define la franja de terreno neutral que separa a los países inmersos en un conflicto bélico. Actualmente la DMZ más conocida del mundo es el territorio existente en la frontera entre las dos Coreas: la del Norte y la del Sur. La DMZ es de facto una frontera-barrera que divide la Península de Corea. Fue creada por acuerdo entre Corea del Norte, China y la ONU en 1953. Tiene una extensión de doscientos cincuenta kilómetros de largo y cuatro kilómetros de ancho. Podemos decir, que, desde su creación, es uno de los puntos "calientes" del mundo.

En un viaje por Lejano Oriente que acabo de realizar, pasé unos días por Seúl, la capital de Corea del Sur. Pude apreciar con nitidez el enorme desarrollo económico de la capital surcoreana, su tecnología más avanzada, así como su deliciosa comida en los restaurantes más típicos de la ciudad. En Seúl visité la prestigiosa Universidad Nacional y el precioso palacio Gyeongbokgung, que siendo fin de semana estaba abarrotado de gente.

Seúl es un hervidero de tránsito de personas a todas horas. Y de tráfico de coches de día, de noche, entre semana y también los fines de semana.

Era domingo por la mañana, y todas las carreteras estaban ya abarrotadas de tráfico. Según nos íbamos despidiendo de Seúl y acercándonos a la DMZ, el número de coches -por cierto, sólo hay tres colores de coches en Corea del Sur, blancos, negros y grises- iba disminuyendo y las cinco vías de autopistas de salida de la ciudad se convertían en cuatro, en tres, para finalizar en dos vías de ida y vuelta.

Nos extrañó que cuando teníamos que acceder a la zona de esparcimiento donde se coge la guagua para ir a la DMZ el acceso estaba cortado. Nos desviaban a una carretera muy secundaria, ya no de asfalto, sino de tierra, y pensé que debería de haber algún problema grave y que no podría llegar a la DMZ. Pero no. Simplemente se desarrollaba una maratón -casualmente-, en la zona, y tras pensar que regresaríamos, otra carretera también secundaria nos llevó al espacio al que teníamos que haber llegado directamente en un principio.

Conducía un gran amigo francés, casado con una amiga surcoreana, que ya había estado otras veces en DMZ, lo cual me aliviaba, ya que aunque llevábamos un GPS, todo el alfabeto era coreano.

Llegados al lugar donde teníamos que concentrarnos, la verdad es que siendo además domingo, el clima era de relax total. Más bien diría que de fiesta: hay multitud de restaurantes con comida coreana, numerosas cometas izadas al viento, padres e hijos jugando al béisbol, y un grandísimo aparcamiento para unos mil vehículos.

Desde esta ciudad, Paju, se divisa, desde una gran antena, Corea del Norte, y se observa también el puente -no terminado- que debía unir en tren las dos Coreas.

Cogimos la guagua que nos llevó a través de carreteras desiertas y cuarteles militares a la estación de Dorasan. Es una estación de tren enigmática, desierta y, al mismo tiempo, terminada, con carteles que indican Pionyiang -la capital de Corea del Norte-, como emblemático destino, que, esperemos, algún día sea realidad. De ahí, la abarrotada guagua continúa su camino hacia el observatorio de Dora, el más que reconocido punto geográfico, donde han acudido cientos de mandatarios mundiales, tanto políticos como económicos o culturales. La sensación es de tensión, congoja, y, en algunos momentos, temblor. Con los enormes prismáticos divisamos perfectamente pueblos de Corea del Norte, vimos circular en bicicleta y a pie a diversas personas, y claramente apreciamos el humo de algún edificio de esos pueblos.

Al mismo tiempo, apreciamos una preciosa naturaleza, y un río sin ningún barco circulando por él, sin ningún tráfico.

Posteriormente, nos dirigimos a "The Third Tunnel", el tercer túnel -de los cuatro que hizo Corea del Norte-, para invadir Corea del Sur. Descendimos unos cien metros y recorrimos otros doscientos en roca excavada para intentar llegar a Seúl, que está solo a setenta kilómetros de la frontera.

Una exposición fotográfica y un vídeo relatan acontecimientos ocurridos en estos últimos sesenta años, entre ellos, el desconocido -y no hecho público en su momento- en el que un ataque norcoreano en un río fronterizo en las mismas fechas del mundial de fútbol de Corea del Sur en 2002, provocó la muerte de más de cien surcoreanos.

El momento actual, lo cierto es que no da motivos para el optimismo de la ansiada reunificación de las dos Coreas. La República Demócrata Popular de Corea del Norte, que fue manejada por mano férrea por Kim Il-Song, con su sucesor, su hijo Kim Jong-Un, no sólo no ha establecido cauces de entendimiento con Corea del Sur, sino todo lo contrario. Corea del Norte anunció el fin del acuerdo de no agresión con la República de Corea del Sur, dando lugar a una escalada de tensión que se desarrolló durante la primera mitad de 2013, donde declaró estado de guerra. Es más, según propia confesión, está en condiciones de fabricar su propia bomba atómica.

Esperamos y deseamos la reunificación de las dos Coreas, que, si no parece cercana -tampoco lo parecía la de las dos Alemanias en la década de los ochenta del siglo XX-, sí, al menos, que DMZ deje de ser un punto de alejamiento, tensión, fricción y peligro, y que poco a poco, primero a través de pases internacionales para visitar a familiares, luego con el desarrollo del comercio, el sueño pueda hacerse realidad.

*Presidente de TuSantaCruz