Cerca de ocho millones de toneladas de plástico entran en el océano cada año. Este escalofriante cálculo lo publicó la revista Science en 2015. Y, al menos, cinco billones de residuos de plástico ya andan flotando e intoxicando el medio marino, según informó en 2014 otra revista científica llamada Plos One. Estos son los argumentos de partida de "The Ocean Cleanup", un proyecto de ingenieros y científicos que han desarrollado el primer método viable del mundo para librar a los océanos de la basura. Esa porquería de plástico persistente que desde hace décadas hemos tirado al mar como si fuera una escombrera y que da cuenta no sé si de nuestra absoluta inconsciencia o de nuestra absoluta estupidez. O de ambas cosas.

El daño de semejante contaminación revela datos estremecedores. Según explican en theoceancleanup.com, al menos un millón de aves marinas y cien mil mamíferos marinos mueren cada año debido a esta intoxicación. La supervivencia de por lo menos cien especies podría verse en peligro a cuenta de estos desechos. Y además, el mismo plástico es portador de otras especies invasoras que amenazan los ecosistemas marinos. Estos contaminantes -señalan- entran en la cadena alimentaria, que, naturalmente, incluye a los peces que nosotros consumimos.

Parte de esta gigantesca inmundicia se acumula en cinco zonas del planeta en las que convergen las corrientes marinas. Pues bien, este grupo de investigadores ha diseñado un prototipo de "colador" que actuaría como una barrera flotante bloqueando las corrientes. En un vídeo que compartió un amigo en Facebook y que subí a mi perfil, se muestra cómo "una red submarina atrapa la basura mientras permite el paso de la fauna marina". Luego "una cinta mecánica recoge la basura acumulada" y periódicamente un barco se la lleva para reciclarla.

En la web hay abundante información sobre este proyecto nacido en Holanda y liderado por un jovencísimo inventor de tecnologías de veinticuatro años llamado Boyan Slat, al que no le faltan reconocimientos ni compañía. He leído que, entre otras distinciones, la revista Foreign Policy le incluyó en su lista de pensadores mundiales de 2015. Está rodeado de otro joven equipo de profesionales expertos en tecnología en los océanos, investigación marina y otros recursos. Y no solo eso, al proyecto se han sumado más de cien voluntarios en todas estas áreas. En este apartado me ha llamado la atención el grupo de una docena de traductores encargado de traspasar los límites del idioma y conferirle a este propósito una categoría global que emociona.

En estos días, "The Ocean Cleanup" anuncia en su página que esta fundación holandesa empeñada en librar a los océanos del plástico ya ha conseguido el dinero para probar su prototipo en el Mar del Norte a comienzos de este verano. Un millón y medio de euros que financiarán la contratista Boskalis, el Gobierno de Holanda y un filántropo anónimo.

El paleontólogo Ignacio Martínez Mendizábal dice que en esencia los humanos tenemos dos naturalezas. Una individual, "en la que la creatividad y la imaginación son nuestras señas de identidad, pero que tiene dos correlatos: rebeldía y egoísmo, porque somos muy rebeldes y porque miramos por nuestros intereses". Y una segunda, social. Según esta, "estamos programados por la naturaleza para cooperar y comprometernos con los demás". Para esta hace falta que seamos capaces de buscar el bien común. A diferencia del resto de criaturas sociales -señala-, nuestra colaboración no se basa exclusivamente en nuestra programación genética, sino en nuestra voluntad" (...) "La cultura modula la mayor parte de esta predisposición, pero también queda mucho margen para nuestra voluntad".

La evolución cultural continúa a pesar de los pesares. En nuestra huella humana pervive el deseo de la construcción social, el aprendizaje, la reparación, la esperanza de un mundo mejor.

@rociocelisr

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