Si por algunos fuera, Canarias sería una gigantesca playa. Las islas estarían recorridas por un cinturón de arena amarilla -muy amarilla- que circundaría todo su contorno. Y naturalmente, en la primera línea de todo ese gigantesco frente marino, tendríamos una gran hilera de hoteles.

Pero no es así, ni debe serlo. El turismo nos ha dado de comer, nos ha hecho prósperos y es hoy, como siempre desde hace décadas, la gallina de los huevos de oro de Canarias. Pero cada vez es más importante que entendamos la importancia de la imagen integral de nuestra tierra porque es muy especial y es parte importante del atractivo que tiene para tantos millones de personas.

La agricultura no sólo es el sector despensa de Tenerife -o debería serlo-, sino que es parte integrante de nuestro paisaje. Cuando hablamos de diversificar la economía de nuestra isla no solo estamos pensando en poner los huevos en diferentes cestas, sino en potenciar sectores como el agrario, que cumplen una función paisajística y medioambiental. Y de la misma forma, las peculiares costas de nuestra Isla volcánica pueden y deben ponerse en valor y protegerse de una depredación insensata.

Con casi siete mil quinientos kilómetros cuadrados de superficie, las Islas Canarias superan los mil cien kilómetros de costa, más de una quinta parte del total de las costas españolas. Con 234 kilómetros, el perímetro de Tenerife es el segundo mayor del Archipiélago, después de Fuerteventura, y es mayoritariamente un espectacular paisaje de rocas o lenguas de lava solidificadas que entran en el mar.

Entre 1992 y 2002, el Cabildo de Tenerife puso en marcha el programa Tenerife y el Mar, en el que se invirtieron -se invirtieron, no se gastaron- más de veinte millones de euros en 36 proyectos, entre ellos la mejora del Charco del Viento (La Guancha), la playa de Las Eras (Fasnia), las piscinas de Bajamar o el charco de Jover, ambos en La Laguna, o la playa de La Araña, en Los Silos. ¿Y qué es lo que hacemos? Usar nuestra costa, desde el más riguroso respeto al entorno y a su configuración natural, poniéndola en valor y utilizar su atractivo para que lo disfruten los turistas y los residentes. Charcos, accesos a pequeñas calas, senderos litorales... Este tipo de recursos se están convirtiendo cada vez más en un atractivo que puede competir con ese otro paisaje de las grandes playas.

Por supuesto que las necesitamos. De hecho, nuestra isla registra un uso intenso de sus playas, tanto las naturales como las que se crearon en los municipios turísticos del Sur de Tenerife. Pero poner en valor otro tipo de relación con el mar, más íntimo, menos masificado, más personal, es un recurso que pone en primera línea bellísimos rincones de Tenerife que dejan a cualquiera con la boca abierta y que sólo conocen y disfrutan algunos privilegiados tinerfeños que los conocen de siempre.

En el Cabildo hemos decidido recuperar este año el programa Tenerife y el Mar, para programar un total de ciento cuarenta actuaciones en el litoral de la isla que supondrán una inversión global de sesenta y cinco millones de euros en diez años y que se ejecutarán en veintiocho municipios costeros, a los que deseamos dotar de nuevos recursos turísticos pero basados en las propias bellezas naturales de su costa. Vamos a trabajar con los ayuntamientos, a evaluar actuaciones y a poner en marcha el proyecto, cuyas primeras obras tendrán que verse a comienzos del próximo año.

Para elaborar este programa de mejora del litoral hemos trabajado estrechamente con Costas, con los técnicos de la demarcación de la provincia y nos hemos ido también a Madrid a pedir permiso para que los tinerfeños invirtamos nuestro dinero en mejorar nuestra costa. Sueña extraño, ¿no?

Madrid está lejos para muchas cosas y esta es una de ellas. Sería todo más fácil si la decisión la pudiéramos tomar en las islas. Alguien en Madrid, por voluntad y esfuerzo que ponga, es más difícil que entienda la particularidad de nuestro litoral. La cercanía en este asunto nos ayudaría. Y como ven no se trata de pedir dinero, no es una posición mendicante, sino solo que nos dejen trabajar invirtiendo nuestro dinero en mejorar los accesos al mar para residentes y turistas, sin privatizar la costa, ayudándola a protegerla mejor.

Llevamos mucho tiempo aguardando por las playas de Martiánez, de Valleseco, de San Blas o Los Tarajales. Y confiamos en que Costas impulse definitivamente estas actuaciones troncales, que son vitales para nuestra tierra. Pero también queremos implicar a Costas y a los Ayuntamientos en esas pequeñas actuaciones, que sumadas pueden dibujar un mapa diferente de nuestras relaciones con el mar.

Podemos, queremos y debemos amar y respetar al océano que nos rodea. Y entre nuestros planes también está potenciar la información y la formación de la mejor forma de relacionarse con el mar de Canarias, que es tan hermoso como potencialmente peligroso. Una de las formas en que queremos expresar esa relación es en esa "otra" manera de relacionarnos con él. Otra manera que es una vieja conocida de los tinerfeños de toda la vida: el charco natural, en el que se han venido bañando, generación tras generación desde tiempos inmemoriales, las familias y los vecinos de un pueblo; una pequeña cala formada en la lava con un acceso a través de una rudimentaria escalera; un recodo de nuestra costa que es un rincón natural diferente... Nuestros pequeños grandes tesoros que esperan ser descubiertos. En eso también Tenerife va a marcar la diferencia.

*Presidente del Cabildo de Tenerife