Nos hemos acostumbrado a las catástrofes; o nos han acostumbrado. En efecto, los medios de comunicación, atentos a los deseos de sus lectores, oyentes o televidentes, suelen reflejar en sus ediciones el diario vivir, y este, desgraciadamente, está lleno de noticias escabrosas a cual más lamentables. Terremotos, tsunamis, aludes de nieve, erupciones volcánicas, etc., sin olvidar el desgraciado capítulo del maltrato machista, que en España -es posible que ocurra lo mismo en otros países de nuestra órbita; lo ignoro- está adquiriendo tintes verdaderamente dramáticos. Con leer estas noticias, si las aderezan con las deportivas, el lector medio apenas tiene tiempo para echar un vistazo a los demás titulares antes de desecharlos. Así, una buena noticia que no esté relacionada con las señaladas pasa totalmente desapercibida. Y no debería ser así, sobre todo cuando la que quiero mencionar en este comentario está relacionada con la supervivencia de muchas familias que preveían un incierto futuro.

Me estoy refiriendo a las colmenas del Teide, a esas que todos estamos acostumbrados a ver en los alrededores de Boca de Tauce poco antes de acceder a la carretera que conduce a Vilaflor y Granadilla. La existencia de abundantes flores endémicas en esa zona ha hecho de ella el lugar apropiado para que los apicultores lo prefieran a otros para desarrollar su labor. Sin embargo, ignorantes de esta tradición pretendían coartarla -ojo, no digo que desaparecerla- con la especie de que la cantidad de abejas estaba dañando de forma irreversible la flora del lugar; una flora, no está de más decirlo, que se ha mantenido invariable durante siglos y sujeta a los "ataques" de las abejas, que si entonces no tenían colmenas colgaban sus panales aprovechando las ramas de los arbustos o las cavidades de las rocas.

En un artículo que escribí hace un par de meses en EL DÍA mencioné, y critiqué, la actitud de algunos ayuntamientos limítrofes con el Parque Nacional de Las Cañadas. Pretendían -ser concejal parece que lleva implícita la ciencia infusa-, sin asesorarse como es debido, dejar sin medio de vida a un amplio colectivo que durante muchos años ha luchado por que la apicultura alcanzase los niveles que actualmente posee. Como suele decirse, no sé qué mosca les picó, pero afortunadamente la intervención de los expertos ha permitido que el Cabildo acordara a finales del pasado mes de octubre aprobar una propuesta del grupo popular, gracias a la cual durante la próxima campaña se mantendrán las 2.700 colmenas que ahora existen en el Parque.

Pero no solo eso. La moción del grupo popular, copio textualmente, "implica el mantenimiento de la Casa de la Miel exclusivamente como equipamiento para el envasado y para extender la extracción de los apicultores de los municipios de La Laguna, El Sauzal, Tacoronte y Santa Cruz, y garantiza la apertura del establecimiento en los meses de mayor productividad apícola, así como una dotación de personal adecuada a la demanda". Paralelamente, la institución insular se ha comprometido a colaborar con el Gobierno de Canarias en el programa de conservación y control de la abeja negra.

En definitiva, una excelente noticia que colma las aspiraciones del gremio que, como antes he dicho, ha pasado desapercibida ante "otras" aparentemente más importantes que los medios nos regalan diariamente, pero que es trascendental para el sostenimiento de un sector que ha llevado el nombre de la isla allende nuestras fronteras. Cuando uno lee las cifras que forman el PIB en nuestra economía y comprueba el aporte del sector industrial, resulta imposible evitar la congoja ante su pobre aportación. No permitamos que esta sea aún menor.