¿Por dónde empiezo?... Aquella carísima fuente cibernética (600.000 euros), de efímera vida, que desapareció apenas estrenada, ¿quién la retiró, dónde se guardó -o escondió- y por qué motivo? ¿Qué problema hay para rehabilitarla e instalarla de nuevo en su lugar de origen? No será que vaya a interferir la vista del charco de la plaza de España cuando, de ciento a viento, nos sorprende con la majestuosa aparición del surtidor tipo géiser. Es extraño, por falta de explicación, un derroche tan absurdo de quienes manejan el dinero público con una irresponsabilidad que no aplicarían a su propio peculio.

Seguimos... Aquella preciosa fuente de la plaza de La Paz, donde se remojaban los añorados triunfos del Tete, que tuvo que desmantelarse por culpa del tranvía para ser sustituida por una ridícula palangana, ¿por qué no se reinstaló en la vecina plaza de República Dominicana, un espacio idóneo para ubicar esa pequeña joya de nuestro mobiliario urbano? Se supone que sus piezas desmontadas están almacenadas en lugar adecuado (¿quizá en el mismo escondrijo que la cibernética?), con posibilidad también de ser restaurada y darle la oportunidad de lucimiento estético en el sugerido nuevo enclave.

¿Y la plaza de Los Patos? La exquisita reproducción de la misma fuente del parque María Luisa de Sevilla se halla hoy desvencijada, en un lastimoso estado de abandono, seca, desconchada y convertida en un impresentable depósito fecal de nocivas palomas sin control sanitario para riesgo de la salud pública. Cifra mágica: 600.000 euros dice la administración que cuesta la restauración. Es lamentable considerar el ahorro (dinero público) que se hubiera conseguido con un mantenimiento adecuado para tenerla tan bien conservada como la de Sevilla. Para más inri, la plaza de Los Patos es un foco de atracción turística, donde la guiriguagua tiene una parada preferencial, y resulta patético ver a los visitantes fotografiando tan bochornoso paisaje urbano.

Mayor disparate nos amenaza con la fuente esculpida por Juan de Ávalos. El insigne escultor, considerado el número uno del s. XX en España, nos privilegió, mediante una suscripción popular, con el precioso monumento, hoy arruinado, herrumbroso y, por supuesto, sin agua, que preside el cruce de la avenida de Santa Cruz (antes General Franco) con la avenida de Anaga, en una esquina urbanísticamente estratégica.

El estado de abandono intencionado parece ser el preludio de su demolición definitiva por mor de la radical aplicación de la Ley de Memoria Histórica, que impele a la retirada de símbolos franquistas conmemorativos. Pero libera de dicha destrucción cuando "concurran razones artísticas o arquitectónicas".

Por otra parte, la Ley Canaria de Patrimonio Histórico habla del deber de ciudadanos y poderes públicos de respetar y conservar el patrimonio, así como "asegurar el mantenimiento y conservación de dichos bienes patrimoniales y preservarlos para futuras generaciones".

El monumento aludido no contiene imagen del dictador ni presenta ningún problema de adaptación a otra alegoría actualizada a la realidad presente, al modo que se hace con el cambio de nombres en las calles.

Aunque dependamos de la voluntad política y de sentimientos o emociones, a favor o en contra, la sensibilidad general debiera decantarse por la inteligencia y respeto a la cultura. Hay motivos suficientes para rescatar la fuente y salvarla de su demolición, pues la dudosa alegoría que parece titularla se compensa de sobra con la personalidad e historia del gran escultor: republicano, afiliado al PSOE (carné nº 7 de Mérida), expedientado, depurado y desterrado por el régimen. Pero terminó por imponer su calidad artística en plena dictadura. ¿Vamos a ser más "heroicos" que el propio autor de la obra? Sería una vergonzosa falta de respeto a la memoria histórica que merece el insigne Juan de Ávalos, y un signo de analfabetismo que nos desprestigiaría de por vida.

Saquemos las fuentes de su escondite, restauremos las maltratadas, respetemos nuestro patrimonio cultural y pongámoslas todas a funcionar con agua clara. Santa Cruz así lo merece.

*Presidenta de la Asociación Viera y Clavijo