Pues sí, en principio lo parece, aunque él no pensó que lo fuera. Se limitó a actuar como un buen ciudadano, como nos aconsejan "los medios". Camino del Teide, por la carretera de El Rosario, iba en el coche de su amigo Víctor, en el asiento del copiloto. Se habían parado a mitad de camino a tomarse un refresco debido al calor, y vio cómo el conductor del coche que iba delante, un Toyota, lanzó un cigarrillo encendido a la carretera -afortunadamente no a la cuneta-. Comentó con Víctor lo irresponsable que suele ser la gente a pesar de los constantes anuncios sobre el peligro de incendios en la época veraniega, de modo que no pudo reprimirse y al adelantar su amigo al belillo -ojo, por su comportamiento, no por su indumentaria, pues no lucía la clásica gorra con la visera hacia atrás ni pircins de ningún tipo; incluso protegía sus ojos del ardiente sol con unas caras Rayban- se le ocurrió gritarle que cuidara el medioambiente.

El suceso, la anécdota si se quiere tildarlo como algo hasta cierto punto intrascendente, podría haber concluido ahí, pero como en la película argentina protagonizada por Ricardo Darín el hecho traería consecuencias. Fue en El Portillo -ya Víctor se había percatado de que el Toyota lo perseguía, pues en un par de ocasiones había puesto el intermitente derecho para que el otro lo adelantara sin que aceptara su sugerencia-, una vez ambos coches aparcaron, cuando el "belillo" -no ya presunto- se le acercó y le propinó una de esas efectivas "morradas" canarias que tanta fama tienen allende nuestras fronteras: lo dejó tirado en el suelo mientras proclamaba a gritos que a él ningún mierda le llamaba la atención.

¿Hace falta continuar con el relato, referido por un amigo que se hallaba también en aquel momento en El Portillo? Quizá sí, pues es conveniente que todos sepamos a qué conduce a veces actuar como el buen samaritano: los tres implicados -Víctor también, porque al ver a su amigo en el suelo arremetió contra el atacante y, de un fuerte puñetazo, lo dejó igualmente tendido en el asfalto- fueron conducidos a una comisaría "por alteración del orden público", se les mantuvo allí durante cerca de tres horas para tomarles declaración, y luego tuvieron que tomar un taxi -mejor dicho, dos, puesto que Víctor y su amigo, el protector del medio ambiente, fueron en uno y el "belillo" en otro- para volver a El Portillo y recoger sus vehículos.

A menudo se dice, no sé si en broma o en serio: "Mantente apartado cuando veas que se va a formar un lío. Mira lo que le pasó a Cristo: vino a salvarnos y lo crucificaron", aunque todos sabemos lo que indican las leyes y las normas de buena convivencia: debemos estar siempre prestos a ofrecer nuestra ayuda, a aliviar el mal ajeno en cualquier circunstancia, pero nuestra sociedad ha llegado al convencimiento de que sí, que eso es necesario, pero con matices. Nos limitamos, pues, a dar nuestro óbolo a las entidades benéficas para que sean ellas las que gestionen esa ayuda que tanta gente necesita, pero nada más. Nuestro tiempo libre no está para desperdiciarlo en visitar comisarías para hacer declaraciones que luego, ante lo que se considera "falta" o "delito", apenas si sirven para algo, así que optamos por inhibirnos, máxime teniendo en cuenta que la ley prohíbe claramente tomarse la justicia por la mano.

¿Qué hacer cuando una mujer es golpeada por su pareja en plena calle, si al intervenir somos increpados por la protagonista pidiéndonos que nos metamos en nuestros asuntos?