Como los lectores ya saben, a la presidenta del Observatorio contra la Violencia de Género, Ángeles Carmona, se le ocurrió decir que el piropo, de gran tradición en España, debe ser eliminado porque "supone una invasión a la intimidad de la mujer, ya que nadie tiene derecho a hacer un comentario sobre su (de ella) aspecto físico".

Cuando conocí estas declaraciones confieso que no di crédito a lo que leía. Me pareció algo tan absurdo como irrelevante acudir a los medios de comunicación con semejante bobería. Por lo visto, esta señora, o señorita, poco o nada tiene que hacer en un cargo de tanta responsabilidad como el que ella ostenta.

Aunque las declaraciones de la señora Carmona constituyen una opinión meramente personal, se ha suscitado un gran ruido mediático, sobre todo, en las redes sociales, donde partidarios y detractores han enfrentado su postura sobre el piropo.

Veamos. Un piropo, o un requiebro, es una frase, una metáfora o una expresión ingeniosa que tradicionalmente el hombre dice a una mujer para ensalzar su belleza o, simplemente, para transmitirle que su presencia le produce agrado El piropo es una flor de los labios desprendida que se arroja con pasión a los pies de una bella mujer. Hay piropos realmente bonitos y encantadores capaces de alegrar el día a una fémina, aunque también hay algunos soeces, o machistas, que en lugar de sonrisa producen espanto y, ciertamente, son vomitados por algunos hombres creyendo que para exaltar la belleza o el atractivo de una mujer es inevitable utilizar palabras vulgares, o hacer gestos que, evidentemente, provocan rechazo y asco. Así pues, decir un buen piropo a una mujer guapa no puede suponer un agravio ni una ofensa para ella, porque queda muy lejos de ser calificado como "acoso callejero" por invadir la intimidad de la misma. No obstante, comprendo y respeto que a algunas mujeres no les guste que un desconocido haga un comentario sobre su aspecto físico, pero de ahí a sugerir su prohibición...

La señora Carmona debería saber que el piropo también suelen prodigarlo algunas mujeres hacia los hombres, por lo que surge la siguiente duda: ¿los piropos invaden también la intimidad de los hombres que los reciben? El piropo en sí no es un problema, sino la persona que lo dice, su educación.

El Observatorio contra la Violencia de Género debería ocuparse de otros asuntos de mayor enjundia. Me gustaría escuchar a la señora Carmona referirse a otras cuestiones que sí atentan contra la dignidad de las mujeres, como por ejemplo que a igual puesto de trabajo cobren menos que los hombres; que a ellas les cueste mucho más acceder a puestos directivos; que haya más mujeres desempleadas que hombres; que si quedan embarazadas pueden perder su puesto de trabajo; que no haya suficientes y eficaces medidas contra la violencia machista; que no se eduque a los niños en la tolerancia e igualdad de sexos; del acoso laboral, etc. Cuestiones que sí atentan contra la igualdad de sexos y constituyen una intromisión en la dignidad de toda mujer, porque le impide vivir libremente como persona y llegar a donde sus capacidades se lo permitan. Al lado de estos y de otros graves problemas, criticar los piropos me parece una soberana majadería.

En fin, para concluir, considero que la aceptación del piropo o no depende del contexto y las circunstancias en las que se produzca; si es un halago o una grosería, si es denigrante para la mujer e invade su intimidad o no. Aunque más que prohibirlo, como sugiere la señora Carmona -que ya nos dirá cómo lo conseguiría-, parece una cuestión a tratar desde el respeto y la educación. ¿No les parece a ustedes, estimados lectores?