Supongo que la Ley de no discriminación por motivos de identidad de género y de reconocimiento de los derechos de las personas transexuales es un asunto importante. Debe serlo al margen del galimatías en la denominación porque de otra forma el Parlamento de Canarias no hubiese gastado ni un minuto de su valioso tiempo en discutirla y aprobarla. Hasta Mercedes Roldós, diputada del Grupo Popular, no escatimó elogios para el magnífico trabajo de los "colectivos" que han impulsado dicho texto legal. Promotores del asunto que han conseguido nada menos que poner de acuerdo a todos los partidos de la Cámara regional. Notable proeza habida cuenta de que sus señorías, ellas y ellos, no suelen coincidir salvo para subirse el sueldo o para reprobar al periódico que les afeó, en su día, tan crematístico afán.

Destaca la diputada Roldós que aunque esta Ley garantiza los derechos de las personas que adoptaron un sexo distinto, todavía queda mucho por hacer para que nadie sea discriminado por su condición sexual. Eso de no discriminar a nadie me parece perfecto pero empezando por las ideas, pues también supongo -con la esperanza de que tampoco sea eso querer demasiado- que el mismo derecho que le asiste a un transexual para ser respetado ampare igualmente a cualquiera a no ser vilipendiado cuando opina lo que le disgusta a la progresía andante.

Eso por una parte. Por otra, entiendo que los transexuales de los que acaba de ocuparse el Parlamento autonómico son, en primera instancia, personas amparadas por las mismas leyes que defienden a cualquier ciudadano, sea cual sea su inclinación sexual, creencia religiosa, afinidad política o color de su piel. Derechos plenamente recogidos en una Constitución que sigue vigente. Por lo tanto, la Ley aprobada en Canarias resulta, como mínimo, superflua al margen de lo que diga Dolores Padrón -señora progresista que también vive de su sueldo de diputada, y no vive mal- sobre el reconocimiento a un grupo de personas maltratadas y otras cantinelas al uso. Dicho de forma más clara y hasta más concisa, nadie debe tener menos derechos por ser transexual, pero tampoco más, si bien no radica ahí la esencia del asunto.

Sabido es que han de ocuparse los políticos de cuestiones baladíes y no tanto de los problemas importantes. De pequeños nos enseñaron a no dejar para mañana lo que podemos hacer hoy. "No hagas hoy lo que puedes hacer mañana" es, en cambio, el lema de cualquier político que se precie. No tomar decisiones es la mejor forma de no equivocarse y no ser criticado en consecuencia. Por eso no les importa tanto a sus señorías, ellos y ellas, que en Canarias siga habiendo 362.300 parados tras el último recuento de la Encuesta de población activa, casualmente dado a conocer ayer. Menos mal que al menos tenemos una Ley contra la discriminación hacia los transexuales.

rpeyt@yahoo.es