Quienes nos leen a diario, o cuando menos con cierta frecuencia, saben lo mucho que apostamos por la juventud. José Rodríguez era una persona plenamente convencida de que el futuro estaba en manos de los jóvenes. Por eso pedía insistentemente personas nuevas para hacerse cargo de las riendas de Canarias. Hombres y mujeres con las manos limpias y las ideas claras. Sin embargo, ni tanto ni tan calvos.

Nos parece una desfachatez que el Gobierno de Canarias pretenda reducir a 16 años la edad legal para ejercer el voto en la consulta sobre los sondeos petrolíferos. Nos cansa hablar del petróleo, nos cansa hablar de la consulta, nos cansa hablar de los afanes de protagonismo de unos y otros en este asunto tanto como estamos convencidos de que cansamos a los lectores por la reiteración. No obstante, no pasa un día sin que surja una nueva faceta de la que debemos ocuparnos. Los 16 años como edad útil para pronunciarse es una de ellas.

Jóvenes sí, como decimos, pero no tanto. A los 16 años se está aún en la adolescencia; una edad muy conflictiva para tener las ideas claras sobre cuestiones energéticas o de cualquier tipo. En parte es bueno que así sea, porque ya tendrán tiempo esos chicos y chicas de agobiarse con los problemas de la vida. Los 16 años que quiere establecer el Ejecutivo autonómico se entienden en la clave de sumar votos propensos a la causa porque la oposición del Ejecutivo regional se vende fácilmente como una rebeldía ante un abuso de los políticos de Madrid, y a esa edad todos son -o fuimos en su día- muy rebeldes. Como estrategia, perfecto; seriedad, ninguna. Máxime cuando ese tope de 16 años podrá reducirse a 14 cuando las consultas que realice el Gobierno de Canarias sean sobre temas que afecten a los jóvenes. Volvemos a la situación en el que las adolescentes españolas y canarias necesitaban autorización de sus padres para llegar tarde a casa pero no para abortar. Como decimos, populismo químicamente puro.

Hay una consulta que deseamos desde hace tiempo: aquella que le pregunte al pueblo canario por su futuro, por su relación con España, por su dependencia a todos los efectos de lo que se decide en Madrid; nada menos que a 2.000 kilómetros de estas Islas. También nos vendría bien una consulta sobre la reorganización de nuestras instituciones regionales; sobre el papel que deberían tener los cabildos a la hora de asumir y desarrollar en el ámbito insular competencias que hoy posee el Ejecutivo autonómico. A poco que nos pongamos a pensar en ello, la lista puede ser muy larga.

Nos piden algunos lectores que definamos nuestra postura respecto a las prospecciones. ¿Estamos a favor? ¿Estamos en contra? ¿Le damos la razón a José Manuel Soria y al PP o a Paulino Rivero, CC y sus coaligados socialistas? Una vez más decimos que estamos con todos y con ninguno. Estamos con Tenerife, con Canarias y con la defensa de esta tierra nuestra, y de sus gentes, por encima de cualquier otra consideración, porque con ese espíritu empezamos nuestra andadura como periódico un ya lejano día de 1910. Prospecciones sí, pero no a cualquier precio. El Archipiélago tiene que beneficiarse por el riesgo que asume. La industria petrolera, si los sondeos arrojasen resultados positivos, es compatible con la preservación del medio ambiente y la continuidad de nuestro importantísimo sector turístico siempre que se adopten las medidas necesarias. Lo que no admitiríamos, lo decimos un día más, es que se autorizasen las prospecciones en Canarias pero no en Baleares o en otras zonas del Mediterráneo.

Y acabamos. Adelantábamos ayer en nuestra edición digital que Milagros Luis Brito, actualmente vicepresidenta de la Zona Especial Canaria, no descarta presentarse como candidata de CC a la alcaldía del Puerto de la Cruz; una localidad en la que ha sido concejal y teniente de alcalde. Sus intenciones tal vez choquen con los planes del actual regidor municipal, Marcos Brito, de continuar en el cargo. Nada tenemos en contra de él, pero pensamos que el Puerto de la Cruz necesita un impulso que lo saque del letargo en el que se encuentra. Renovarse o morir. La otrora gran ciudad turística de Canarias lleva mucho tiempo muriendo, y no precisamente de éxito.