Siendo como es una ciudad construida al filo de la ola, resulta paradójico que a estas alturas de su historia aún no cuente Santa Cruz de Tenerife con una infraestructura playera lo suficientemente amplia como para atender las necesidades de su actual población, y aún para los visitantes foráneos que suelen visitarla, al menos, en uno de sus días de estancia en la isla. Por eso nos resulta chocante que cincuenta años después se siga con el quijotesco dilema de si galgos o podencos.

Recordando cómo se procedió a su inicial adecuación, con la decidida construcción de un dique de abrigo semisumergido y la posterior traída de arena del Sáhara para cambiar su tonalidad y aumentar el ámbito de su franja costera, nos preguntamos cómo se demoró tanto la delimitación y adecuación de sus espacios públicos y privados, partiendo desde que la razón se impuso y se decidió mayoritariamente alejarla de la especulación urbanística para construir sólo los servicios imprescindibles para una óptima utilización por la ciudadanía del único lugar público cercano apto para tomar un baño de mar, y acabar de forma definitiva con la carencia de cualquier ciudad litoral que se precie; víctima de la desaparición de todas sus primitivas playas (Ruiz, San Antonio, La Peñita, Los Melones, Valleseco, La Playita...), sacrificadas por la expansión industrial del puerto.

Perjudicados, entonces, por la especulación y las luchas políticas, adobadas ahora con la excusa de la crisis económica, seguimos en la encrucijada donde la utopía se convierte en la única y mejor promesa de solución al interminable proyecto. Y para ello, quizás para alargarla aún más, el ayuntamiento acaba de promover una encuesta ciudadana de lo que queremos para nuestra única playa capitalina. Miren ustedes, señores mandatarios, aquí lo que procede no necesita de un consejo de sabios, sino una actuación coordinada lo más inmediata posible. Ningún proyecto que se precie puede sobrevivir si carece de la adecuada comunicación viaria y el espacio lo suficientemente amplio para albergar un enorme aparcamiento. Con lo cual habrá que potenciar el transporte público (tranvía o guagua) y modificar algunas partes cercanas a las laderas, hoy sin uso común, para construir bancales y ofertar más plazas de estacionamiento. También habrá que buscar una solución al traslado y realojo de los chiringuitos hacia la zona trasera, junto a la creación de nuevas tiendas reutilizando incluso parte del "mamotreto", a fin de dejar libre dicha franja para la construcción del imprescindible paseo litoral. Una fórmula adecuada para realizarlo y no perder plazas de aparcamiento sería edificando éste sobre columnas que dejaran los espacios inferiores para su utilización. De esta manera bastaría complementar su anchura con el retranqueo de uno o dos metros, a lo sumo, del espacio donde comienza la arena. Así se respetaría la vía de rodadura, los aparcamientos y, lo más importante, la benefactora sombra del arbolado que ha ido creciendo durante este último medio siglo. Resulta también obvio reclamar mejores servicios públicos, como vigilancia, duchas y limpieza eficiente, y que se resuelva el tramo, ahora interrumpido, hasta Los Órganos, reparando los desperfectos del espigón. Tampoco vendría mal que el recinto del Infobox se habilitara como un servicio bien dotado para las urgencias médicas, que sirviera no sólo para cubrir las necesidades de los usuarios de la playa, sino para complementar las de los propios vecinos de San Andrés, aún a la espera de la construcción de su escollera para mitigar las mareas vivas, pese a las últimas pegas de los surfistas incordios.

Por último, brevemente, expongo una idea de futuro a medio plazo. Sería la de la conexión mediante un túnel por Los Órganos con la vecina playa de Las Gaviotas; similar al que conecta Mesa del Mar con la playa de La Arena, en Tacoronte. Obra viable y no muy extensa que evitaría circular por la peligrosa única vía de bajada existente y que descongestionaría bastante la afluencia masiva a ambas playas de forma permanente.

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