O Catalunya Caixa, como la hemos conocido quienes fuimos impositores en dicha entidad bancaria, o de ahorro. Cajas de ahorro y bancos eran cosas distintas. Al menos porque los bancos están sometidos (?) a sus juntas anuales de accionistas. Las cajas han demostrado no estar sometidas a nada. Ni aún a la vigilancia del Banco de España, sobre todo en la época de Miguel Ángel Fernández Ordóñez, conocido coloquialmente como Mafo. Si hubiera efectuado el gobernador del Banco de España la vigilancia que el sector merecía, no se hubiesen producido los descalabros que de una u otra forma estamos pagando todos.

Hemos conocido recientemente que el BBVA ha adquirido mediante subasta la entidad referida, que había sido nacionalizada, por algo más de 1.000 millones de euros. Ello supone que el Estado, o sea, todos nosotros perdemos en esta operación unos 11.600 millones de euros. Pero hay dobles perdedores: quienes perdieron parte de su patrimonio depositado en "Preferentes" y/o "Deuda subordinada". Además de perder parte de su dinero en aquella estafa, así lo definió el Parlamento catalán el pasado mes de junio, ahora han de correr con su cuota parte de esos 11.600 millones de euros. Ellos, o sus hijos, o sus nietos, porque tal pérdida se enjugará con deuda pública.

Y mientras todo esto ha sucedido, los presidentes y miembros de consejos de administración se lo han llevado crudo. De la entidad que se ocupa este comentario era presidente del Consejo don Narcís Serra, conspicuo socialista, o mejor perteneciente al partido socialista, que puede no ser lo mismo. Ilustre personaje que fue ministro en gobiernos de Felipe González, y que al dejar tal actividad política aterrizó en aquella Catalunya Caixa ¿para qué? Para forrarse. Y aquí está los resultados.

En los consejos de administración de tales entidades de ahorro estaban, además, políticos y sindicalistas de toda laya que nada han hecho por evitar los problemas sucedidos. Tal parece que a un consejo de administración se iba a percibir el estipendio correspondiente. No se iba a preocuparse por el buen hacer de la entidad en defensa de aquellos a quienes se decía representar. Y mal está que lo hiciesen miembros de la derecha; pero que lo hayan hecho miembros tenidos por izquierda es ya demasiado para el cuerpo. Y a uno, yo, que ha sido sindicalista de UGT y militante del PSOE se le caen todos los palos del sombrajo al ver en que han devenido tales organizaciones: unos llevándoselo de fondos para la formación y otras "comisiones"; y los otros, además, pensando ahora en la necesidad de otorgarse democracia interna. En esto estamos. Y estaremos.