1.- Había una canción, en los tiempos chelis, que decía "En la fiesta de Blas/en la fiesta de Blas/todo el mundo salía/con unas cuantas copas de más". No fue el caso de la fiesta romera del domingo en la casa del letrado, pregonero, Villero de Honor y escritor Juan del Castillo. Un centenar de invitados, unos manjares inspirados en las más puras esencias de la gastronomía canaria y unos finos postres, celosamente guardados hasta la hora de su consumo por el ama de llaves de la casa, Lala, cancerbera del dulce. Imposible citar a los presentes, surgidos de todos los ámbitos de la sociedad tinerfeña: la milicia (el general de la Guardia Civil y su esposa); la política (Cristina Tavío con su esposo, Berto, y con su hijo, Alonso; Antonio Castro Cordobez, con su hija, Beatriz; Salvador García y su esposa, Chicha; Carlos Alonso); la UCD (Carlos Bencomo, Alfonso Soriano, con sus esposas); el clero (el padre Siverio); los medios de comunicación (Mercedes Rodríguez, editora y directora de este periódico; Pedro Antonio Fuentes, director de RNE de España en Cuenca; Santi Negrín, director de Informativos de la SER, con su mujer; y un servidor, claro).

2.- La sociedad civil (Joaquín Suñer con Ivonne, su esposa; su hijo Sergio y su amigo Juan Violán, Javier Vidarte, Ramón Álvarez Colomer y esposa; José Fernando Cabrera y su esposa, Maña Losada; Pedro Acevedo); la abogacía (Eligio Hernández, habitual en esta efeméride); el retiro (el carnudo Ricardo Melchior, que creo que se coló); la policía (Paco Gómez, el jefe de la P.M. del Puerto de la Cruz y esposa). Bueno, he citado a una muestra, pero podía seguir: Patri Marañón con una acompañante muy guapa, Tere; y un montón de gente más que yo no conocía, por lo que siento no poder aportar más negritas a este artículo.

3.- Velada perfecta y anfitrión perfecto. Había unos cuantos camareros muy amables y rápidos a la hora de servir la pata, el queso, el conejo, las garbanzas, el pulpo y el cherne. Y, luego, los sofisticados postres. Me concedió la merced Juan de hacerme entrar el segundo, tras Cristina Tavío, en la sala de postres por lo que pude elegir. Pero cuál no sería mi sorpresa cuando comprobé que Javier Vidarte se había colado y ya estaba engullendo una copa de huevos moles y un plato de gató. Los hay céleres.

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