1.- Miren cómo ha quedado de sacudido y maltrecho Montoro, en Barcelona, cuando una jauría infame agitó el coche en el que circulaban el ministro y la jefa de filas del PP en Cataluña, Alicia Sánchez. Si cogen a Montoro los antisistema, lo crujen. Ahora existe una pelea de liderazgo en Coalición Canaria, pero no creo que llegue a mayores porque ellos siempre se arreglan. Son cosas de las elecciones, próximas, que turban las voluntades y agitan las conciencias. Qué bonito es el poder, pero yo nunca he sentido tales tentaciones; y es raro, porque ustedes saben que a mí me gusta la buena vida, el coche con chófer y el salmón de Uga. Pero he podido comérmelo sin acudir a la política a merecer unos dineros. Y cuando me jubilé despedí al chófer y ahora conduzco yo; o sea, que a la vejez, viruelas. Me entretengo en otros menesteres: cambiando libros de sitio y leyendo. Y el miércoles próximo asistiré a la inauguración de la nueva biblioteca de mi pueblo, a la que doné parte de la mía. Un edificio precioso, debido a Carlos Schwartz. Me han invitado Marcos Brito, mi alcalde, y Verónica Rodríguez, mi concejal.

2.- También asistiré a la comida de Cajasiete, el día 4 de junio. Conoceremos los buenísimos resultados del único banco canario. Me ha invitado el presidente, Jerónimo Monje. Ya me había llamado mi amigo Julio Luis PérezAlonso para que no me comprometiera. Claro que iré, encantado. Yo me alegro mucho de los éxitos de todos los que hacen posible Cajasiete, que es un banco simpático y en el que te atienden muy bien. Me ha regalado un amigo la reproducción exacta de una obra espléndida de Óscar Domínguez: "El rapto de Europa", un cuadro que apareció en la película "Óscar, una pasión surrealista", que dirigió mi estimadísimo Lucas Fernández. Y en la que Jorge Perugorría hizo una escena la mar de real con Victoria Abril (no les puedo contar más). Y en la que Victoria y Emma Suárez se dieron unos picos, tan celebrados.

3.- El cuadro preside ahora mi despacho. Óscar era como de la familia. Picasso lo llamaba Oscarito y él a Picasso, don Pablo. Picasso le dejó que falsificara con su firma unos cuantos cuadros. Los bordaba. Pero Óscar ya trabajaba demasiado en nombre del genio malagueño y éste le tuvo que decir: "Alto, Oscarito, que te estás pasando". Y esto sucedió en París.

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