Empecé a colaborar con el periódico EL DÍA a una edad muy temprana; me llevó de la mano don Alfonso Fernández García, hoy ya fallecido, que era médico por aquel entonces en Valle de Guerra y que más tarde fue unos de los fundadores de ATI y alcalde de la Victoria de Acentejo. Era mi mentor, me corregía los textos que había que llevar en mano a las antiguas dependencias del periódico, donde importantes hombres de la prensa recogían aquellos folios grisáceos, escritos a máquina con más vocación que talento. Recuerdo a Francisco Ayala, Ernesto Salcedo Vílchez, Juan Antonio Padrón Albornoz, Francisco Hernández... y al caricaturista Morales Clavijo, escapado casi de un cuadro del Greco, corrigiendo en rojo las pruebas de linotipia.

Olía a tinta y a humo de tabaco en aquella redacción. Tecleando sin cesar sobre las máquinas de escribir con campanilla al final del carro, o sobre los primeros cajones que llevaban el nombre de ordenador, en distintas épocas y secuencias temporales, pude ver a Elfidio Alonso, Gilberto Alemán, Juan Cruz, Olga Álvarez, José Díaz Herrera, Ricardo Acirón, José M. de Pablos... tantos grandes que han conformado y conforman la historia del periodismo y la literatura de Canarias que, sin duda, se puede afirmar que han sido y son la generación de las mentes más preclaras y renacentistas de este último siglo.

En las dependencias del periódico, no recuerdo en qué momento exacto, también conocí a los sobrinos del mítico don Leoncio Rodríguez, María del Carmen, Manolo y don José. Siempre fue don José. La verdad es que no he conocido a nadie que le llamara por su nombre de pila. Inspiraba ese respeto de los caballeros a la antigua usanza y la verdad es que en su trato personal siempre fue exquisito. Coincidimos en muchos escenarios a lo largo y ancho de la Isla, bien porque intervenía como mantenedor o pregonero de las fiestas mayores, porque se reconocía en su persona el trabajo de la familia de EL DÍA, o porque se le distinguía por motivos bien diferentes. Por ello llegue a intimar con su esposa, Mercedes, una mujer elegante que siempre me habló con pasión desmedida de sus hijos y cuya muerte, como todas prematura, sentí en gran medida.

La muerte de don José Rodríguez Ramírez, editor y director del periódico EL DÍA y presidente de Editorial Leoncio Rodríguez, me sorprendió en tierras gallegas, por lo que no pude despedirme del primer responsable de una de las cabeceras periodísticas más importantes de Canarias y de España, cuya trayectoria empresarial y profesional solo se puede resumir en una palabra: dedicación, pues gracias a su esfuerzo se consolidó la iniciativa de un potente grupo de comunicación en el que se integraron Radio EL DÍA y EL DÍA Televisión, medios que impulsó para cubrir el espectro informativo de las Islas.

Las líneas que habitualmente envío para ser publicadas los lunes, he querido que esta vez vayan dedicadas a su persona, a la memoria de un hombre que con sus aciertos y desaciertos no dejó a nadie indiferente, que si por algo se caracterizó fue por su tenacidad, por su defensa de la canariedad, por el orgullo de ser de aquí y por dar oportunidades profesionales a periodistas de raza, muchos de los cuales se forjaron en EL DÍA y luego han ocupado importantes cometidos en diferentes ámbitos de la comunicación.

Me solidarizo con el dolor de sus familiares cercanos, especialmente con Mercedes, que asume una alta responsabilidad, y con todos aquellos que le estimaban como ser humano, pues al profesional le hará justicia la historia. Don José Rodríguez estará siempre en mi recuerdo por tantos momentos compartidos, por los ratos de diálogo sereno, por los paternales consejos, por su sentido de la justicia y por permitir que encadenara una serie de palabras que, como las de hoy, siempre les llegan los lunes.