No existe mayor grandeza que dedicar la vida a una causa. No existe mejor argumento que sacrificar la tranquilidad o el reconocimiento por defender una idea en la que creemos. José Rodríguez, como Secundino Delgado, Antonio Cubillo y otros tantos patriotas, han escrito una página en el camino de la independencia de las Islas Canarias.

Este es un pueblo colonizado, plagado de transeúntes de la metrópoli que ocupan puestos de responsabilidad en los diferentes poderes del Estado, desde los que vigilan y tutelan el dócil comportamiento del pueblo canario. Nos han quitado la identidad, nos han robado los puestos de trabajo, el derecho a tener un techo y un pan en nuestra propia tierra. José Rodríguez ha sido la voz de los que nunca han tenido voz. El rostro de los que no existen más que en la estadísticas. El alma de esos cientos de miles de canarios y canarias que han sido expulsados de un mercado de trabajo copado por quienes colonizan todos los puestos y toda la riqueza de una tierra expropiada por grandes empresas foráneas y la banca española.

José Rodríguez levantó su palabra en favor de la independencia del pueblo canario. Y todas las fuerzas que representan los poderes del Estado se dieron cita para combatirlo. Una y otra vez ha golpeado las conciencias de quienes le leíamos expresando la realidad de un pueblo conquistado, sometido, diluido en la cultura de los vencedores tras un genocidio del que nadie quiere hablar porque resulta incómodo en inconveniente que los conquistadores se hagan un juicio a sí mismos.

Gracias a EL DÍA y a José Rodríguez la independencia de Canarias, la identidad de este pueblo apartado y aplastado, ha vuelto a ser materia de debate, de escándalo, de preocupación, de burla, de desprecio... Ha vuelto a despertar la conciencia de algunos que creían que los canarios yacían dormidos para siempre.

José Rodríguez ya no respira. Su cuerpo ya no tiene aliento. Pero su aliento está en sus palabras. Su respiración son las ideas que defendió en esos editoriales que forman parte indisoluble de la historia de Canarias. Y que algún día, cuando este pueblo sea libre, volveremos a recordar para recordarle a él como uno de los luchadores de una causa justa.

José Rodríguez no ha muerto. Es mentira. Ha muerto su cuerpo. Pero no su alma, que es la de nuestro pueblo. Ni su palabra, que es la nuestra: Libertad. Por ella seguiremos luchando. Y cuando caigamos, otros vendrán para ocupar nuestro sitio en la hilera de los hijos de esta tierra, que es más grande que todos nosotros, eterna e inmortal.

¡Viva Canarias Libre!

*Concejal de Santa Cruz de Tenerife y presidente de la Corriente de Opinión de CC "Taller Secundino Delgado"