¿Cooperar o no cooperar? Ese es el dilema. ¿Obtienen más ventajas dos personas relacionadas por cualquier circunstancia si se ayudan mutuamente o si cada una va por su lado? El asunto tiene mucha más importancia de lo que parece pues incluye, por ejemplo, los réditos de la colaboración entre dos partidos políticos o entre dos empresas competidoras en un mercado coincidente.

A los matemáticos y filósofos -a los estudiosos de los sistemas lógicos en general- les gusta imaginarse juegos mentales para analizar cuándo conviene actuar de acuerdo con los intereses del rival y cuándo no. Uno de ellos, expuesto y analizado con detalle por Alejandro Pérez Carballo (profesor de Filosofía de la Universidad de Massachusetts) se conoce como el dilema clásico del prisionero. Hay varias versiones. Una de ellas se refiere a dos supuestos ladrones detenidos tras un atraco. La policía carece de pruebas firmes contra ellos, pero sospecha de ambos. Una vez capturados son recluidos en celdas diferentes. Para incentivarlos a que declaren su autoría o, al menos, a que uno delate al otro, les ofrecen un trato. Si uno confiesa y el otro no, el soplón quedará libre y el cómplice pasará diez meses en la cárcel. Si ambos confiesan, cada uno será recluido cinco meses. Por último, si ninguno de los dos denuncia al otro, los dos estarán solo un mes entre rejas.

Vaya por delante para las objeciones de los puristas -hay gente que le pone pegas a todo y no hay que ir muy lejos para encontrarla- la aclaración de que se trata de situaciones irreales en la vida cotidiana. Pero estamos, lo recuerdo, en medio de un experimento mental.

Un somero análisis del caso conduce a que lo más ventajoso para ambos individuos es delatarse mutuamente. Con ello se aseguran estar un máximo de cinco meses detenidos. Siempre queda la posibilidad, naturalmente, de permanecer en silencio con la esperanza de que el otro haga lo mismo y pasar solo un mes en el calabozo. No obstante, en este caso el "colega legal" se arriesga a que el otro hable y, en consecuencia, a recibir diez meses de condena.

Plantea Pérez Carballo cuál sería la mejor opción si los chorizos no fuesen acusados de uno sino de veinte delitos, y por cada uno de ellos se les ofreciese el mismo trato ya descrito, con la circunstancia añadida de que antes de decidir si calla o canta cada uno conoce lo que ha hecho su compañero en la prueba anterior. En este caso la situación se complica a la hora de conseguir la estrategia óptima para cada detenido. Remito a los números de "Investigación y Ciencia" de junio y agosto de este año a los interesados en los detalles.

No se trata, empero, de un problema nuevo. Ya en los años sesenta del siglo pasado un politólogo de la Universidad de Michigan organizó un torneo de estrategias para determinar cuál era la mejor forma de actuar, y luego otra segunda prueba en la cual los participantes conocían previamente cuál había ganado en la primera fase. ¿Y cuál ganó en las dos?

"Trata a los demás de la misma forma que quieres ser tratado". uántas veces hemos oído esta recomendación moral? La mejor estrategia en el dilema del prisionero iterado, que es como se denomina este segundo experimento, es la del "toma y daca": cada quinqui actúa en cada ronda de la misma forma que su compañero en la anterior. Tú me delataste antes, yo te traiciono ahora; tú callaste antes, yo te protejo esta vez. Podría resultar extraño que un procedimiento mezquino o vengativo posea ventajas sustanciales sobre cualquier otro. En realidad, nada nuevo bajo el sol. El polémico Richard Dawkins llega a conclusiones similares en su famoso ensayo "El gen egoísta"; de forma especial en su capítulo quinto titulado "Agresión: la estabilidad y la máquina egoísta". Es una pena que la mayoría de quienes forman la generación mejor preparada del Universo y parte del extranjero no tenga tiempo, y mucho menos ganas, de sumergirse en la lectura de obras como esta, si bien ese es otro asunto que se escapa del tema de hoy.

Hay problemas mucho más complejos que el expuesto líneas atrás. Situaciones estudiadas hasta sus últimas consecuencias en la Teoría de juegos; una rama de las matemáticas con grandes aplicaciones a la economía que nació en 1944 de la mano de John Von Neumann y Oskar Morgenstern. Desde entonces se han ido acumulando interesantes trabajos al respecto que se siguen produciendo en la actualidad aunque, otra lástima, a menudo se quedan en el ámbito académico porque la inmensa mayoría de los empresarios no tiene ni idea de su existencia. Y quienes los conocen carecen de interés por ellos. Y los que podrían estar interesados, argumentan que no disponen de dinero para contratar a un especialista de "dudosa utilidad". Así nos va.

Así les va también a los partidos políticos. Verbigracia, al PP y al PSOE, por citar dos ejemplos conocidos. ¿Es lo mejor oponerse siempre a lo que propone el otro, como ocurre con estas formaciones políticas? Acabamos de ver que no. Es tan absurdo rechazar por sistema la postura del contrario como aceptarla siempre. Hemos visto que tal proceder no es lo más beneficioso para ninguno de los contendientes. Por lo demás, estamos ante un razonamiento cabalmente extensible a la trifulca personal entre Paulino Rivero y José Manuel Soria, con la circunstancia agravante de que tal contienda sin cuartel no solo los perjudica a ellos individualmente, sino a todo el archipiélago que ambos pretenden defender.

Conclusión: un poco más de lógica nunca viene mal; o al menos una mínima dosis de sentido común. Aunque bien pensado, tanto el PSOE y el PP como Soria y Rivero están siendo coherentes con la estrategia del toma y daca, habida cuenta de que en ambos casos solo hay un toma, toma y toma perpetuo, sin el menor cambio de postura por ninguna de las partes.