El Consejo conómico y Social de Canarias le reclama a Paulino Rivero fórmulas solidarias que permitan superar los índices de pobreza y desempleo. Como no especifica el presidente de este organismo, Fernando Redondo, cuáles son esas fórmulas, ni la manera de aplicarlas en el supuesto caso de que existan, nos quedamos igual que siempre ya que en las buenas intenciones todos estamos de acuerdo.

Para empezar, el Consejo conómico y Social es una institución tan inútil como la del Diputado del Común, aunque al menos no le cuesta tanto al ciudadano. Un gesto solidario por parte de su presidente sería pedir su disolución. Pero como no hay costumbre por estos alrededores de dimitir o de acabar con lo que uno maneja, cabía esperar de Fernando Redondo que, puesto a hablar de solidaridad, dijese que la mejor ayuda a los demás no consiste en arbitrar medios para sostener a quienes carecen de trabajo, sino en destinar ese mismo dinero público a generar condiciones para que encuentren empleo quienes no lo tengan y puedan mantenerse por sí mismos. Por ahí hay que empezar si se quiere romper el insano círculo vicioso de la economía subvencionada; entiéndase del pesebre que garantiza los votos para que los de siempre sigan en los mismos puestos y nada cambie.

La solidaridad con los casi 400.000 desempleados de estas Islas consiste esencialmente en no mentir sobre la posibilidad de desarrollar sectores alternativos a un turismo que ya bastante hace, pero que difícilmente puede dar más de sí, a una agricultura imposible sin cuantiosas ayudas y a una industria que se ha convertido en una actividad marginal porque cuando se habla de petróleo Rivero hace cálculos, es un decir, y determina que le conviene entenderse con los políticos de Lanzarote y Fuerteventura porque son ellos quienes lo están apoyando dentro de su partido -los demás lo quieren echar de mala manera-, y cuando se habla de energías renovables -otra gran oportunidad de desarrollo para estas Islas, junto con la desalación de agua- trancan a más de uno con las manos en la lata del gofio incluso antes de que empiece a funcionar el invento.

sto si nos referimos a la solidaridad política que reclama el presidente del CS. La otra, la solidaridad en general, mejor ni mencionarla porque este ha dejado de ser un país solidario y justo. Justo nunca lo fue, pero solidario sí; al menos cuando era pobre. Ahora ha vuelto a ser pobre pero no compasivo. Basta ver la cantidad de energúmenos que le echan el coche encima al prójimo por esas carreteras y autopistas. O el que se despide de un amigo a las dos de la madrugada con un par de pitazos, indiferente al descanso de gente que se debe levantar unas horas más tarde para ir a trabajar. so si no le ha puesto la música a todo volumen en el piso de arriba porque tiene derecho a estar de juerga con unos amigos. Para qué seguir.

No nos engañemos: la solidaridad española se limita, hoy en día, a gestos histriónicos. Descarrila un tren y allí van todos: los que hacen falta, los superfluos y los que entorpecen a los imprescindibles. Para chupar unos segundos de cámara de televisión la solidaridad sí abunda; para lo demás, destaca mucho por su ausencia.

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