He recibido un significativo e-mail de un diplomático marroquí residente en Málaga, de nombre Jamal Eddine Mechbal, que fue ministro plenipotenciario en la embajada de Marruecos en Madrid, ya jubilado. En su amable comunicación, el señor Mechbal me envía un extenso artículo sobre el Frente Polisario, con el ruego de su publicación, titulado, precisamente, "Herba el helma", que reproduzco en sus aspectos más relevantes, dado el espacio del que dispongo.

Según este diplomático, en la lengua hassaní, variante del árabe y extendida en el Sáhara, la expresión "Erba el helma" significa la pobre garrapata; existiendo en el Sáhara diversos dichos sobre este parásito ácaro, y referentes a otros bichos que sirven de metáforas pertinentes, alegorías de rico significado y parábolas de profundo mensaje. Pero dejaré para luego esta parábola saharaui, para hacer referencia a ciertos hechos desconocidos por la opinión pública canaria.

Es el caso del tal Mohamed Ben Abdelaziz (su nombre real es Ahemtú Jalili), presidente de una república fantasma, que lleva 37 años al frente de esa organización político-militar; cuyo padre estuvo en el ejército de liberación marroquí y más tarde fue miembro de las Fuerzas Reales. Hay que recordar que Marruecos venía reivindicando el territorio del Sáhara desde 1956 y cuando el Polisario se formó, en 1973, lo hizo cuando Marruecos vivía grandes crisis internas desestabilizadoras. Al Polisario se le ofreció toda clase de apoyo por parte de varios países, según sus diferentes intereses; dos de ellos del Magreb que nada tenían ni tienen de países democráticos.

El primero fue la Libia de Gadafi, que no solo ofreció apoyo militar con armamento que superaba en cantidad y calidad al de Marruecos, sino que el mismo Gadafi se permitió bautizar con el nombre de RASD a la non nata república. Muamar el Gadafi era un declarado antimonárquico. Con su apoyo al Polisario no pretendía la independencia del Sáhara, sino derrocar a la monarquía marroquí, creando al sur de este país un ente revolucionario republicano, base para "liberar Marruecos de una monarquía reaccionaria aliada del imperialismo", que sería, según los manuales de operaciones del Polisario, algo así como un Vietnan del Norte que "liberó" al del Sur.

Hay que recordar que el régimen de Gadafi organizó en el mismo año 1973, y de forma paralela, una acción de un comando con la intención de organizar una lucha armada en el Atlas que fue un fracaso total. En este sentido, el citado Bachir Said reconoció que Gadafi insistía en que las acciones del Polisario no debían limitarse al territorio del Sáhara, sino también entrar en el Marruecos profundo.

Argelia es la otra parte, inspirada en Bismark y aspirando a una salida al Atlántico. No fue menos generosa con el Polisario para atraerlo y ponerlo bajo su estricto control. Los medios de propaganda puestos a disposición del Frente Polisario por la Libia de Gadafi y el régimen militar argelino aseguraban que "la lucha es de todo un pueblo en armas contra un Marruecos invasor y colonial". El resto de la historia es de sobra conocido, inclusive el papel de Canarias convertida en el santuario del Polisario, con la anuencia y el beneplácito de España.

La parábola saharaui sobre la garrapata consiste en que una "Erba el helma" decidió emprender un largo viaje, expuso sus razones a sus más próximos y les puso al corriente de su proyecto. Tras su despedida, su familia, sus vecinos y sus amigos la recordaban cada día con ilusión y mucho cariño. Algunos se preguntaban hasta dónde habría llegado, mientras otros estaban seguros de que habría alcanzado el fin del mundo. Pasaron varias décadas de larga espera. Un día, accidentalmente, se percataron de que la pobre garrapata no se había desplazado a ningún sitio, apenas se movió del lugar. Hizo creer a su gente que había empezado su largo viaje, pero en realidad se quedó agarrada entre las costuras de la puerta de la misma jaima. Es lo que le ha pasado al Polisario, que perdió su último tren y sigue en la misma estación de 1973, intentando congelar el tiempo para no enfrentarse a la cruda realidad. La del pueblo saharaui, dividido y una parte viviendo en verdaderos campos de concentración como son los campamentos de Tinduf.

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