COMO se han vertido muchas opiniones, me limito a intentar una incursión original. Algunos expertos internacionales se sorprenden de que en el meollo de tan tremenda tangana existente en el Estado español (por el salvaje tratamiento aplicado sobre la brutal crisis económica con una derivación absolutamente maligna, a pesar del rasurado efectuado en el mercado laboral, hacia cifras de desempleo desorbitadas e inconcebibles -más del 50% de los jóvenes está en paro-, para el espacio -Unión Europea- y el tiempo -siglo XXI- que ocupamos, añadiendo incluso explosivas mezclas a la coctelera con envites soberanistas en territorios como Euskadi y Catalunya) sigamos tan panchos y como una lechuga. Para los extranjeros, y en condiciones normales, los problemas deberían haber hecho estallar todos los precintos de seguridad, con más broncas, más insultos, más insumisión, más suicidios, más rebelión; el pueblo entero tendría que haber intentado fundir los plomos.

Pero no. Un alto directivo de una empresa financiera extranjera, supongamos Peter, con intereses sensibles en España comunicaba a la dirección de Londres su completa seguridad de que el órdago para la independencia de Catalunya no iba a corto plazo a ningún sitio. "¡Tranquilos!", comunicaba a su central: "El español -cuatro años de crisis brutal lo acreditan- no se revoluciona contra el de arriba -el empresario, el banco, etc.- sino siempre contra el vecino, y el hecho catalán no es más que el exacerbamiento de este carácter tan tópicamente definido como cainita. No es, ni mucho menos, exclusivo de Cataluña. El País Vasco, la Comunidad Valenciana, Madrid, Galicia o Andalucía, entre otras regiones, también lo registran, como víctimas y verdugos. Peter, anteriormente había transmitido a su central que tampoco debían preocuparse por la huelga general, que esto no era Francia, donde los sindicatos paralizan las empresas y el país. La situación es difícil, pero el español es medianamente feliz con tomarse una caña el sábado viendo el fútbol, los coches o las motos. Peter -que no limpia pescado, ni hace salchichas- concluía: "Califico el riesgo social de bajo".

Y no me negarán que algo de razón lleva el guiri, a mi modo de ver presentamos una curiosa mezcla de pragmatismo y teatralidad, como si estuviéramos jugando un partido de fútbol luchando y corriendo incansablemente pero tirándonos y gesticulando a cada instante. Incluso hasta llegar al concepto no peyorativo de payaso, como el gran Miliki que se fue, creyendo que podemos engañar al árbitro para que pite penalti o expulse al rival.

Alimentamos y nos dejamos influir por teorías conspiratorias, el juego consiste en enfadarse artificialmente por cosas que se supone el otro hace, pero que no solo no son del todo ciertas sino que sabíamos de antemano que no lo eran, para que el otro a su vez haga lo mismo, falseando hechos y verdades. ¿Han visto un Madrid-Barsa? ¿Lo que se dice o hace, antes o después? Parece un patio de colegio, a ver quién engaña a quién. Así funciona, por lo menos una parte de lo que se llama España, y en eso no somos tan distintos en Canarias, hay que reconocerlo. El peor enemigo sigue siendo el vecino, los canariones. El caso es que no lo expresamos en serio, siempre escondido en el amago o broma, aunque después apliquemos en serio lo que pierde la gracia. Ironías medio artificiales con las que más tarde o más temprano tratamos de ser consecuentes.

Para estudiar las elecciones en Catalonha -en aranes- o Catalonia -en inglés- también hay que entender en el plano económico lo de "de perdidos al río". Su endeudamiento es catastrófico y ya que están en un proceso de purga o desahucio les da igual separarse de la mujer, ¿total?; y en el caso de Euskadi, con el sentimiento interiorizado: "!Es que soy de Bilbao!

Pero económicamente ninguno de los dos territorios puede, fuera de Europa, por eso han dado y dan patadas. Por ejemplo, sus seguidores gritaban cuando empezó a hablar Albert Rivera (Cuitadans) después de conocerse los resultados de las elecciones. ¡Libertad!, ¡Libertad!

En Canarias la situación es distinta, si se puede; y si bien es cierto que desde hace años han aparecido los que se tiran y los que hacen teatro descarado y que somos sociedades complejas, cada uno de su padre y de su madre, con muchos factores que incluir en las balanzas, en realidad solo habría que sumar y restar.

Me apunto al slogan del PSC: "Federalisme".

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