Como era de esperar, y hasta lógico, no hay coincidencia alguna a la hora de la valoración de los Presupuestos Generales del Estado. El Gobierno, de la mano de Montoro, los presentaba ayer sábado, en medio de una inusitada expectación periodística, como las cuentas de la recuperación, lenta, pero recuperación al fin y al cabo. Para los socialistas, son unos Presupuestos casi de confrontación social venidera.

Lástima: se ha perdido otra oportunidad -no me llame usted utópico, por favor, aunque así suene- de consensuarlos en estos momentos de máxima aflicción. Así que me temo que estos PGE, dictados desde Bruselas, o desde Berlín, según se mire, no van a bastar para terminar de arreglar la situación política, mucho más angustiosa que la económica, que vivimos.

Este arreglo precisa, por supuesto, de algo más que los Presupuestos, llenos de claroscuros -inevitables, sin duda-, presentados multitudinariamente por el ministro de Hacienda y su "estado mayor". Temo que hay que insistir una vez más: no basta con hacer los deberes que se esperan del Gobierno, sino que se hace precisa una gran operación política que nos saque de la atonía.

Pregunté a José Bono, ex de tantas cosas y que ahora aparece hasta en la sopa gracias a una muy bien planificada mediáticamente presentación de su libro de memorias, si ahora convendría un Gobierno de gran coalición para reformar algunos aspectos, ya insostenibles, de la Constitución, como el Título VIII. Me dio plenamente la razón, cosa que me animó bastante, porque Bono, al margen de sus errores y disimulos, es un animal político con experiencia más que suficiente como para, desde la barrera, dar consejos acertados.

Mucho ganaríamos los españoles con un "think tank" de expolíticos, lamentablemente creo que incompatibles, como el propio Bono, o Felipe González, o Aznar, o Almunia -que tanto descosido está provocando en el Comisariado de la UE-, o Landelino Lavilla, o Miguel Herrero de Miñón, o Miquel Roca, o por qué no, Rodrigo Rato, o Federico Trillo, o Josu Jon Imaz, o Rodolfo Martín Villa y un largo etcétera. Estoy casi convencido de que la mayor parte de ellos estaría de acuerdo en que hay que dar ahora pasos de gigante de cara a solucionar esta segunda transición, esta nueva era inédita, que se nos ha abierto.