El relevo generacional es consustancial a toda actividad humana y, lógicamente, a la actividad pública, la política. Las nuevas circunstancias necesitan nuevos hombres, nuevas ideas y caras nuevas. Afortunadamente, cada vez son más los jóvenes que se adentran en este mundillo, la política.

No debemos ser conformistas; en nuestras manos está cambiar el destino y el futuro, y para ello debemos participar, crear debate, plasmar nuestros problemas; en definitiva, ensalzar el rol joven. Los jóvenes políticos no necesariamente son hombres nuevos, pueden ser más de lo mismo: tienen que tener identidad propia, capacidades, acciones y una actitud diferente que les haga superar el clientelismo, el continuismo, reeleccionismo que, desafortunadamente, se palpa en muchas fuerzas políticas hoy en día.

Lamentablemente, la realidad juvenil en La Palma deja mucho que desear. Tenemos unas autoridades públicas que no nos involucran en lo referente al desarrollo político, social, cultural y del ocio y tiempo libre, tal y como estipula la Constitución española. En el debate político no se está hablando de juventud; nuestro sector social se encuentra marginado. Interesamos solo en las elecciones, para echar el voto; se nos utiliza como carnaza electoral.

Es impensable que, con la que está cayendo, y con las alarmantes cifras de paro juvenil, a estas alturas no se impulse un verdadero Pacto Social Joven desde el Cabildo de La Palma. Se sigue optando por la pasividad política y ausencia de políticas de inserción sociolaboral juvenil. Asimismo, se nos dificulta la canalización de nuestras propuestas ante las instituciones, pues, a día de hoy, seguimos careciendo de estructuras participativas, los tan demandados Consejos de la Juventud.

También, se nos condena a afrontar gastos de los que habitantes de Lanzarote o Fuerteventura están exentos, ya que en estas islas se puede cursar un buen mapa de educación superior presencial al contar con Extensiones Universitarias.

La juventud palmera, en definitiva, encuentra muchas adversidades debido a la incompetencia de nuestros gobernantes, pero, desde el compromiso, trabajo e involucración, estoy plenamente convencido de que se podrán solventar. Tenemos que lidiar con administraciones que, con una agonía patética y déficit de programa, ponen de manifiesto que La Palma está estancada social y económicamente. Cada vez se hace más necesaria, por parte de la ciudadanía, una regeneración política.

Jafet Barreto

(Pte. de Alternativa XXI)

Caducidad

Nuestra primera medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres, la windsurfista Marina Alabau, contaba en una de las muchas entrevistas que ha tenido que padecer por sus éxitos que tiene una foto de su ídolo, el tenista Rafa Nadal, sobre la que puede leerse: "El dolor y el sufrimiento son pasajeros, el orgullo es para siempre".

Afortunadamente, aún hay gente joven que tiene conciencia de que algo puede ser duradero viviendo en una sociedad que le ha puesto vencimiento absolutamente a todo, haciendo perecedero lo inverosímil.

No pretendo regresar a aquella época en la que oías decir "no se te ocurra abrir esa lata, que está abombada". Y ese abultamiento era señal de que el contenido había sufrido algún deterioro, pudiendo resultar comprometedor su consumo. No nos puede caber la menor duda de que el actual control sanitario nos garantiza que no estamos poniendo en riesgo nuestra salud o tirando nuestro menguado pecunio.

En los supermercados y grandes superficies alimentarias podemos encontrar detalles realmente llamativos, como, por ejemplo, latas de escogidos cafés, molidos y envasados al vacío perfectamente precintadas, que lucen una fecha tope como si se tratase de un postre lácteo en semiconserva mantenido al fresco en nevera. Obviando decir lo mismo de esas botellas de agua de "gran reserva", que afortunadamente no han tenido la osadía de datar desde cuándo se filtró en el subterráneo manantial.

Todos los días, en los comercios a los que me he referido hay una serie de productos cuya prescripción obliga a retirar de los frigoríficos y congeladores, y se plantea con ellos una situación hartamente llamativa, ya que todos sabemos que no hay peligro alguno en su consumo, pero los establecimientos han de retirarlos de la venta, simplemente por ley.

¿Por qué en situaciones como las que tristemente estamos viviendo no nos olvidamos de tanta prohibición y se entregan a organismos capaces de darles uso inmediato, evitando el lamentable espectáculo de ver a personas necesitadas escarbando en los cubos de basura? ¿Acaso puede alguien creer que las gentes marginadas deben carecer del más mínimo sentido de la vergüenza que ha de producir que te vean hurgando entre los desperdicios? Teniendo en cuenta, además, que hay autoridades municipales que para mayor infamia han colocado algún ingenioso tipo de cierre para evitar al necesitado ese aprovechamiento.

Hay muchas normas que merecen un detenido estudio y una rápida modificación, como sería esta de tirar alimentos aprovechables, o bien la caducidad de determinados delitos de entidad económica que acaban volatilizándose gracias a la habilidad de abogados que perciben minutas solo al alcance de delincuentes de escogido pedigrí.

Tampoco estaría mal que se arbitrasen medidas para reducir, sin exagerar, la pena que corresponda a las infracciones de índole monetaria si se devuelve lo sustraído. Algo así como una bonificación de pronto pago, sin tener para nada en cuenta la pretensión de aquella autoridad femenina balear, que solicitaba que se anulasen las condenas a los delincuentes financieros si restituían lo alegremente afanado.

¿Cómo es posible que si los billetes no pierden su valor pueden dejar de tener vigencia las irregularidades cometidas para hacerse con ellos? ¡¡Menos generosidad legislativa!!

José Luis Martín Meyerhans