He estado viendo por televisión los incendios tan grandes que acosaban nuestra isla y las humaredas tan grandes y perjudiciales para nuestro organismo.

Decían que sacaban de sus casas a personas con problemas del corazón, de bronquios, de alergias, pero siempre hace falta un primer auxilio en estos casos. Yo tengo uno muy eficaz, pues yo lo he usado: que todas las personas a las que se les acerquen los humos tomen una toalla de lavabo, la empapen bien en agua, exprimirla bien y se la lleven a la cara. Para los niños un poquito más pequeña. Verán qué fresca sensación da a los ojos y a la cara.

Además, la toalla la pueden llevar en bolsa de plástico cuando hay incendios.

M. Blanca S. Fernández

Carta abierta a los funcionarios y demás ciudadanos

Estimados compañeros funcionarios (y demás conciudadanos):

El patio de los organismos y administraciones públicas empieza a estar soliviantado. El ambiente se caldea más de lo debido, sobre todo a tenor de las últimas medidas anunciadas que implican recortes en los sueldos de todos los empleados públicos, y que afectarán desde a los funcionarios de carrera hasta el último becario que trabaje en la Administración. Salvo a los de siempre, claro, sus señorías apoltronados en los sillones del Congreso (no importa el signo político).

Ya se oyen voces y consignas de movilizaciones, de indignación, empiezan las primeras protestas de forma espontánea. Los sindicatos, los mismos que se mantienen con las subvenciones estatales y han callado cómplices hasta ahora, se frotan las manos y se rasgan las vestiduras, ansiosos por rentabilizar la situación y demostrar que aún tienen poder en este remedo de país, listos para echar ahora un pulso al gobierno, aprovechando el cabreo generalizado. Todo ello para después poder vendernos de nuevo por treinta monedas de plata y presionar para mantener sus subvenciones (o al menos, que no les recorten demasiado).

"Hay que hacer algo"; "esto no puede seguir así", son las frases más habituales que estoy escuchando los últimos días. Pero no se puede tomar un camino equivocado, y caer en los mismos tópicos y errores que otros colectivos (¿recordáis a los controladores aéreos [sin valorar lo justo o injusto de sus reivindicaciones]?). Todo lo que no sea atacar el fondo del problema, la raíz de todos los males de este país, está condenado al fracaso. De un modo u otro, a corto, medio o largo plazo, acabará con las energías, las fuerzas y las esperanzas de todos los que se embarquen en una empresa sin posibilidad de cambio real. Y la única forma de cambiar las cosas pasa por derribar el edificio institucional actual (partitocracia), podrido hasta sus entrañas, y edificar uno nuevo (democracia formal). Una nueva estructura donde los ciudadanos podamos controlar a los políticos, donde haya representación real de los electores y separación efectiva de los poderes. Donde los partidos políticos y los sindicatos no pertenezcan al Estado (no estén subvencionados), y se mantengan exclusivamente con las cuotas de sus afiliados, devolviéndolos a la sociedad civil, de donde no debieron salir.

Sólo con esas herramientas será posible que los ciudadanos podamos solucionar los problemas que nos afectan, seamos funcionarios, autónomos, mineros o controladores aéreos. Y para construir tales herramientas, es necesario un período de libertad constituyente. Mientras no nos unamos todos los colectivos y ciudadanos en un clamor común por ese objetivo, lo único que estaremos haciendo, a fin de cuentas, es gritar "¿Y qué hay de lo mío?". Y yo me considero primero ciudadano, después investigador, y por último funcionario. Así que no estoy dispuesto a derrochar mis energías en unas reivindicaciones particulares que no van a llegar a ningún sitio, más que a enfrentamientos estériles con la casta política y con otros sectores de la sociedad, haciendo realidad una vez más la famosa cita de Julio César: Divide et vinces.

Alejandro Pérez