En primer lugar, dejar crecer la burbuja inmobiliaria. La democracia se ha demostrado funesta para lograr este objetivo. Los partidos políticos basan sus estrategias electorales en un a ver quién da más. En el año 2006, se advertía por los inspectores del Banco de España de la existencia de la burbuja, y el director del Banco de España (nombrado sin consenso) y el Gobierno guardaron las advertencias en el cajón. En mayo de ese año, el presidente de un banco grande aseveraba que no había burbuja inmobiliaria. Para mí, más culpable que el presidente del Gobierno por entonces fue el ministro de Economía y Hacienda, D. Pedro Solbes, que era una persona formada y conocía de qué iba la cosa. Una confirmación de su responsabilidad fue la campaña electoral de 2008, cuando negó la crisis a sabiendas de que España iba hacia el precipicio, y se salió del puente de mando antes de que le estallara en la cara la barrena en que estaba la economía española.

En segundo lugar, dejar crecer la participación del sector público en la economía española, desde el 38% al 49%, desde 2004 a 2008. La influencia nociva de este crecimiento no se dejó ver por la bonanza económica. A ver quién es el guapo que recorta un 10% sobre el PIB en gasto público. La consecuencia actual es un déficit público descomunal, con un crecimiento de la deuda pública galopante y un crecimiento de la prima de riesgo que hace muy difícil enderezar la situación por los crecientes intereses de la deuda pública, que se comen la tarta de los ingresos de las Administraciones Públicas.

En tercer lugar, al calor del desmadre de crecimiento del sector inmobiliario y la bonanza, se produjo una avalancha de inmigración que ha hecho crecer de forma espectacular las cifras de paro y su coste de desempleo, amén del coste sanitario. España tuvo una población ocupada, desde 1973 hasta 1996, de doce millones de personas. Hasta la salida de Aznar, creció hasta diecisiete millones de personas, cifra en la que se encuentra actualmente. Su cifra punta fue sobre veinte millones de personas en 2007/2008. Teniendo en cuenta el modelo productivo español, será difícil en los próximos siete u ocho años que crezcamos por encima de la cifra actual de población ocupada. España necesita plantear a sus ciudadanos que están en paro que quizás es mejor emigrar a otros lugares que estén en crecimiento, así como hacer un esfuerzo de colocación del "stock" inmobiliario entre los extranjeros, como segunda o tercera vivienda o para alquilar.

En cuarto lugar, en 2008, en vez de empezar a corregir los desequilibrios, se aumentó el gasto público con políticas activas que no lograban crear empleo estable. Si en esas fechas España hubiera iniciado un redimensionamiento del sector público, ahora no se encontraría con una deuda pública de un 80% sobre el PIB al finalizar el año 2012, desde un 35%, es decir, casi 450.000 millones de deuda pública más.

En quinto lugar, es increíble la necia política bancaria durante los años previos al pinchazo. Todo el mundo tenía crédito. Con tasaciones irreales cabían el coche, la cocina, los muebles, el crucero, etc. ¿Dónde estaba el supervisor? ¿Dónde estaba el Gobierno?

Todas las reformas que ha emprendido el Gobierno van en la buena dirección.

Es importante entender que hay que explicar a la gente que no hay puestos de trabajo para todo el mundo ni a corto ni a medio plazo. Hay que plantear la posibilidad de emigrar y hay que decir claro que no hay dinero para subsidio permanente. En este capítulo de descubrir posibilidades de trabajo en otros países, el Ministerio de Asuntos Exteriores es clave.

Hay muchos emigrantes que han venido al calor del "boom" para trabajar en el sector de la construcción. Mano de obra poco cualificada y de difícil colocación en otros sectores. Quizás hay que darles a entender que quizás la mejor opción es ir a otros países, o a su país de origen.

La educación es un capítulo clave. Hay que orientarla hacia las oportunidades de trabajo que genera nuestra economía y nuestro entorno.

Es muy importante conseguir que todos salgan de la Secundaria con un nivel aceptable de inglés que les permita plantearse trabajar fuera de nuestro país.

Ignacio García Fariña