HACE ya meses que la Compañía Española de Petróleos, CEPSA, ya no es propiedad de capital español. Introducida la industria en una planicie que debería ser ocupada por la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, porque pertenece el solar a los organismos que poseían en propiedad los terrenos en el siglo antepasado y sometidos los mismos a lo que la ley establece respecto a esa clase de propiedad, la Refinería se estableció en ese lugar de la capital tinerfeña porque los propietarios tenían la intención de construirla en Las Palmas, cuyas autoridades ofrecieron toda clase de facilidades. Fue la clase dirigente de Santa Cruz la que influyó en su puesta en Tenerife, teniendo en cuenta la riqueza y las ventajas de carácter económico y laboral que traería consigo para la isla la nueva industria.

Y, efectivamente, la industria petrolera representó mucho para Tenerife y para Canarias tanto en la producción como en la contratación de personal, como en los suministros de combustible a los barcos que arribaban a nuestro puerto, como en la venta de carburante a otros países que consumían refinados de la industria tinerfeña. Naturalmente, la política medioambiental casi no existía en aquellos tiempos; ni siquiera se tuvieron en cuenta las posibles emanaciones de gases tóxicos que echaban a la atmósfera las operaciones del refinado y, sobre todo, los peligros que para la población podrían tener las mismas operaciones de refino con manipulación de productos inflamantes.

En los últimos años que ha funcionado la Refinería en su industria de Santa Cruz, aunque ha habido conatos, nunca han ocurrido accidentes graves, aunque sí sustos sin consecuencias que lamentar, porque la misma fábrica ha contado con elementos de seguridad que han evitado cualquier accidente, lo que no quiere decir que, puestos en lo peor, se esté exento de que ocurran.

Lo que no se ha podido evitar del todo es la emanación de gases, pero nunca ha sido en cantidad para ocasionar peligro en las personas, especialmente las que residen en núcleos urbanos, muy habitados, por cierto, que casi rodean el recinto de las instalaciones de la industria.

Cuando CEPSA vendió, anteriormente, acciones de su industria se dijo que la propiedad cambió de manos, pero eso no se aclaró suficientemente y la Refinería siguió funcionando con normalidad.

Ahora, de poco tiempo a esta parte, parece que lo del cambio de propiedad va en serio, ya que la empresa que manda en CEPSA es la de Abu Dabi, aunque por aquí, la empresa, que no sabemos hasta qué punto sigue siendo española, ha tenido buen cuidado en no divulgar una sola noticia sobre el cambio de propietarios. CEPSA ha sido siempre una compañía seria y cumplidora que ha dado más bienes que males a esta isla y a esta ciudad. Hay muchos tinerfeños notables, entendidos en la materia, que están por la desaparición de la industria en pleno Santa Cruz, pero no en el traslado de sus instalaciones a otro lugar de la isla, que hay muchos, tanto en el Sur como en otros puntos de Tenerife. Esto, que ya he tratado otras veces en la columna, es lo que recuerdo a las autoridades competentes. Si la industria sigue representando un peligro, aunque sea remoto, hay que aplicar la ley, que la vida de un solo santacrucero se siente más que la desaparición de una industria. Repito que los lugares para el traslado siguen esperando en la misma isla. Si se gasta dinero en la operación, siempre un gasto, aunque sea cuantioso, que no lo es en grandes industrias, siempre será mejor hacerlo que dar lugar a perder una sola vida. En manos de las autoridades queda la solución del posible problema, que es muy serio y puede ser de consecuencias irreparables.