1.- Como operación para desmantelar Coalición Canaria me parece modélica. Pero como propuesta sensata y alejada de una veleta de gallo quiquiriquí, la considero un desastre. , allá por agosto, se manifestó nacionalista y favorable a la independencia de las Islas Canarias. Y apenas dos meses después se abraza al "Banderita tú eres roja" y a la cabra de la Legión. O sea, al PP. No es serio. No es nada serio. Nacho o es independentista, como Cubillo y como yo mismo, bandera de las siete estrellas verdes, o es lejía de boina y chapiri, como, un suponer, Rajoy. Coño, no es coherente, digo yo, que de la noche a la mañana se produzca una metamorfosis de tal calibre en una persona que no ha sufrido ni ictus, ni indigestión sociológica, ni nada; al menos que se sepa. No conozco la historia clínica de Nacho González y como hace mucho tiempo que no me llama, ni hablo con él, ni le importo un carajo, pues tampoco sé si ha tenido una aparición de Manuel Fraga vestido de Blas Piñar.

2.- Pero sí tengo memoria. Un día, militando Nacho en el PP, se presenta en la sede madrileña del partido, para intentar la inclusión en las listas electorales de alguien que a él le interesaba. Se fue con otro amigo -que ya no lo es- a la capital del reino, pero antes de pasar por la calle Génova se cargaron los dos, en medio de un pantagruélico almuerzo; es decir, cogieron tremendo pedo. Y con la euforia del morapio agitándose en sus barrigas enfilaron la calle citada y subieron las escaleras del edificio, hechos unos basiliscos. Un tal Rafa Hernando los hizo esperar en una antesala, antes de ser recibidos por Rajoy y el propio Hernando, si no me equivoco. Cargados como estaban, discutieron con el hoy líder del PP -en aquella época gobernaba Aznar-, que al notarlos borrachos, reiterativos y muy pesados los echó del despacho con cara destemplada. Nacho, a partir de entonces, le declaró la guerra a Rajoy. Y se fue del partido.

3.- La historia es tan, tan caprichosa, que ahora Nacho González firma un pacto electoral con el PP, menos de 60 días después de haberse mostrado favorable a la independencia de las Islas Canarias. Bueno, un cambio de opinión; radical, pero cambio de opinión. A ver cómo se lo explica ahora a sus votantes, que no son legión, pero que existen. Y a ver cómo le pide disculpas a Rajoy por los efluvios de aquella comilona, regada con caldos de la Ribera, que hicieron mella en su voluntad y en su vocabulario; porque creo que, en la ocasión relatada, mandó Nacho a Rajoy a tomar por retambufa. Menos mal que en política todo se olvida. O casi. Nacho, amigo, entonces, ¿siete estrellas verdes o la cabra de la Legión?