Este que escribe, pescador deportivo de orilla y embarcación desde que tenía uso de razón, no olvida nunca que los conocidos sebadales que abarcaban el espacio comprendido entre el muelle Miller, junto a la fábrica de cemento, hasta llegar casi al litoral de San Andrés, desaparecieron en su momento por obra y gracia de un progreso medianamente entendido. Y recalco lo de medianamente porque el resultado del proyecto de la Dársena Pesquera está hoy prácticamente infrautilizado. Por tanto, no veo ninguna motivación para argumentar que la futura expansión del puerto de Santa Cruz se vea cercenada por la hipotética construcción de un puerto deportivo y refugio pesquero frente al paseo marítimo de San Andrés y anexo a la escollera que separa Las Teresitas a partir de la desembocadura del barranco y las ruinas del castillo, que debería ser restaurado para conservarlo como patrimonio histórico de la ciudad.

No nos engañemos, la solución idónea, pese a que en su día generó mucha polémica, pasa por lo anteriormente citado de la construcción del puerto deportivo y pesquero. Con ello se acabarían los problemas de las inundaciones por mareas vivas y el pueblo ganaría muchos enteros en materia económica, saliendo de su marasmo, puesto que se generarían muchas posibilidades laborales para abrir nuevos establecimientos y mantener con óptimos resultados los actuales.

Con esta reivindicación, al margen de las promesas del Gobierno central, que ha considerado la construcción del dique de abrigo como de interés general, no debemos olvidar la sustanciosa rebaja que este ha aplicado al tema de la aluminosis de Las Chumberas, pues los 45 millones de euros se han quedado en 15 (y habrá que ver si esto último se cumple). De modo que no abrigamos esperanzas tampoco de que se realice en el pueblo pesquero algo más que un parcheo provisional y poco más.

La solución pasa por aunar esfuerzos entre lo privado y lo público, llevando a la práctica el proyecto similar, con las debidas modificaciones, al presentado por una sociedad que se denominó Parque Marítimo Anaga Sociedad Anónima, que, como todos sabemos, no era tan anónima como se pretendía, pues luego se supo que era un apéndice parcial del sonado caso de Fórum Filatélico y su filial Grupo Unido, y que el trío responsable del proyecto, incluido el gerente, era sobradamente conocido en la ciudad.

Entiendo que este proyecto, en principio complementario del pelotazo del valle de Las Huertas y de la remodelación de Las Teresitas, mamotreto incluido, suponía el inicio de un ambicioso proyecto privado, gestado, presuntamente, por un alcalde y dos empresarios que actuaron de especuladores, y en los que han estado, y están, dilucidando las posibles responsabilidades judiciales el propio juez Garzón, en su día, y la actual fiscal Anticorrupción María Farnés.

Pese a haber decidido la devolución de 53 millones de euros a la corporación municipal, no cabe la menor duda de que la solución para San Andrés pasa por la construcción de ese combinado pesquero y deportivo que, además de proteger la avenida marítima y todo el frontal del pueblo, desplazaría la alta concentración de embarcaciones de todo tipo que ahora invaden un tercio del ámbito de la playa, para protegerse de los embates marinos y a falta de otro refugio mejor. Téngase en cuenta, para los que lo ignoran, que hasta los pescadores de la Punta del Hidalgo y limítrofes llevan sus embarcaciones a Las Teresitas durante el invierno. Con lo cual contribuyen a congestionar más, si cabe, su zona de fondeadero.

Otra solución respecto a los puertos deportivos, al margen ya del problema recurrente de San Andrés, pasa por lo que ahora mismo se quiere llevar a cabo por el director general de Puertos del Gobierno de Canarias en el casi terminado puerto de Garachico. Ni más ni menos que adjudicar a una empresa privada la zona de explotación deportiva, y al margen de la pesquera. Una iniciativa que se lleva a cabo en la Dársena Pesquera, y que parcialmente también se podría verificar en los refugios pesqueros ya construidos, como el de Candelaria, Tajao, Playa de San Juan, etc. Y conste que he omitido los ya existentes de carácter privado, como Radazul, Güímar, San Miguel, Las Galletas, Puerto Colón y Los Gigantes.

Tampoco me olvido del proyecto de Fonsalía, que descongestionaría el de Los Cristianos, quedando solo para embarcaciones deportivas y pesqueras. Indudable acicate para los yates que cruzan el Atántico.

Son muchas las posibilidades económico-turísticas que conllevarían estos proyectos, pero, por encima de todo, está la inmediatez de solucionar de manera definitiva el problema que aqueja al barrio pesquero de San Andrés y la, por ahora, única playa decente de la ciudad.