ACUSAR a la perversa Ley Electoral, que regula las consecuencias de los comicios locales, insulares y territoriales, de que Coalición Canaria siga en el poder autonómico después de tantos años, no deja de ser algo sesgado. A mi modo de ver, sean cuales sean las reglas que nos demos, todas ellas siempre cuestionables, hay un factor determinante como es la incapacidad de que dos, de los tres actores principales, (PP y PSOE) siquiera puedan plantearse pactos de cierta relevancia entre ellos.

Representan los polos opuestos de una concepción, en mi modesta opinión superada en el siglo XXI, de división simplificadora del espectro político, uno progresista, aconfesional, laico, igualitario o intercultural y, el otro, con visión tradicional de la sociedad o de la familia y la defensa a ultranza de los intereses netamente individuales.

En Occidente, y en particular en aquellos estados donde el sistema político puede considerarse una democracia liberal, normalmente, tanto la izquierda dividida en muchas corrientes como la derecha dividida en muchas corrientes llegan, normalmente, al poder en versiones pragmáticas o muy atemperadas en la medida en que no propugnan ningún sistema político alternativo, pues sus diferentes fundamentos esenciales de fondo aplican, bajo la dictadura de los mercados y de las mayorías, prácticamente lo mismo, con muy escaso margen.

Unos desde el blanco y otros desde el negro, en realidad van a llegar normalmente al gris que es el que con matices, por otro lado deducibles sin necesidad de diferenciaciones doctrinales y según los dictámenes económicos, se va a imponer con el acierto o equivocación en la gestión de lo que proceda en cada sitio. Teóricamente, un enfoque es blanco y otro negro por lo que los pactos a la vasca se van a componer solo en emergencias que probablemente en Canarias serian todavía más complicadas y difíciles, ya que significaría seguramente inclinar al nacionalismo hacia la profundización en un soberanismo que, a diferencia del catalán, vasco o gallego, podría traer consecuencias en la UA o la ONU.

La obcecación y el empecinamiento con respecto a la Ley Electoral actual, producto híbrido de los tiras y aflojas votados por los tres partidos hegemónicos, no tiene sentido más que como pataleo del perdedor o como regreso a un análisis sereno -independientemente de tener que buscarle un cascabel al gato que convenza a los del Hierro, por ejemplo, de que van a contar con similar reflejo parlamentario que el barrio de la Salud o Escaleritas-. Si acaso estableciendo parcialmente listas abiertas o rebajando topes mínimos, aunque también con la opción de revisión en PP y PSOE de su animadversión a todo lo que huele a más Canarias.

Populares y socialistas, dado el caso especifico del Archipiélago, creo que harían bien en redefinir el concepto de centralismo asumido, adaptándolo, como por cierto han avalado políticos de la talla de José Bono, a la lógica aplastante del lugar. Si hay un territorio distinto, por historia, por economía, por necesidades estratégicas, por utilidad, por latitud o por longitud, por naturaleza, esa es Canarias, un país como la copa de un pino.

Por entender, entiendo que ha llegado la hora de entender y hacer entender a Canarias. Todo se puede defender, "of course", pero como mínimo la posición geográfica es determinante para proteger el bolsillo. Marca y va a marcar cada vez más, en este mundo global, una serie de prioridades particulares de demasiado peso.

Más allá de cuestiones personales en ayuntamientos, no veo razón ninguna por la que un socialista o incluso un popular tenga que posicionarse contra la televisión canaria o la policía canaria o las aguas canarias o en la reivindicación de un REF más ambicioso, atrevido y directo. Con la cara y de frente hacia el papel tricontinental y en la defensa (hasta la ruptura con quien sea) del sector primario. La "C" de Canarias estaría bien que figurara cuando menos en mayúscula (ppC o psoeC) y no por otra cosa, sino porque es lo propio.

El formato de pillar cacho no puede consistir siempre en el mismo proceder. En el que se aplica en una discoteca: Supongo que primero te tendrá que atraer. Si es así, le pides rollo. Te puede contestar, sí o no. Si te dice que no, aguántate. Si te dice que si, le mandas un beso tornillo. ¿Te abofetea? Si no lo ha hecho, toca pecho y sí lo hizo, confiesas impulso irracional.