EL QUE TODAVÍA es alcalde de Santa Cruz de Tenerife, don Miguel Zerolo, y que dejará el cargo después de diecisiete años en la poltrona, ha hecho unas declaraciones que publica este diario en su número del domingo último, en las que da consejos a quien será su sucesor tras las próximas elecciones municipales, a las que no presentará su candidatura. Pero el señor Zerolo no recomienda a quien le seguirá que lleve a cabo proyectos, gestiones o iniciativas que signifiquen buen gobierno, aunque no será difícil hacerlo mejor que él -que Zerolo-, por mal que lo haga, tras este desastroso mandato que ha llevado a cabo el saliente.
Zerolo no aconseja realizar trabajos que mejoren la ciudad en su estética, en su seguridad, en sus servicios, en sus comunicaciones y en todo lo que signifique progreso y salida airosa de la actual situación. No, señor. Lo que don Miguel Zerolo recomienda al nuevo alcalde es que se disfrace, se supone, en los próximos carnavales. Que ya prepara, fiel a su costumbre de dar preferencia a las novelerías pueblerinas antes que a las cosas serias, que son las que realmente hacen falta en esta ciudad más decadente que progresiva por culpa de la gestión de quienes la gobiernan.
No es que el señor Zerolo haya hecho todo mal. Lo de la emergencia social ha sido acertado y se lo agradecen las muchas familias que, gracias a él, y a la eficaz reocupación del concejal don Ignacio González Santiago, han podido tener algo que comer en todos estos meses. Pero don Miguel ha llevado a cabo una política, digamos, interna, que ha dejado mucho que desear: el comportamiento del alcalde con el concejal Llanos, con quien llevó a cabo un pacto contra natura, en que lo elevó a primer teniente de alcalde con poderes extraordinarios y, posteriormente, lo fue desposeyendo de todos hasta borrarlo prácticamente del mapa municipal, cosa rayana en la humillación, es algo incalificable.
Don Ángel Llanos, quien puso toda la carne en el asador para cumplir con las misiones asignadas, fue injustamente tratado por el alcalde, a quien no le faltó sino instruirle un expediente para expulsarlo del ayuntamiento. Fue también negativo su pacto, renovado, con el PP de la señora Tavío, que metió más líos en las labores municipales. En resumen, creo que fueron más los desaciertos que los aciertos y don Miguel Zerolo no pasará a la historia como un buen alcalde, como lo fue su abuelo, a quien conocí y admiré, y lo hubiera sido su padre, del que fui compañero en tareas universitarias.
No tiene Miguel Zerolo muchos admiradores en Santa Cruz, porque quienes fueron sus fieles, como Llanos, ya se sabe cómo terminaron en sus relaciones con el alcalde. Y en cuanto a doña Cristina Tavío parece que aspira a sustituirlo en la Alcaldía, ya que se presentará como candidata en las elecciones.
Y que conste que en esta crítica, que pretende ser ecuánime, no entra mi estimación y mi respeto a la persona, a quien no juzgo como tal, siquiera sea por la estimación que he tenido y tengo por su padre.