DESDE 2008, venimos arrastrando una duda que, hasta la pasada semana, pesaba sobre nuestras entendederas políticas sin que el paso de los años despejara esta incómoda situación intelectual. ¿Por qué Patricia Hernández, nuestra querida senadora canaria, había sido votada en las elecciones de aquel año situándose por encima, incluso, de Ricardo Melchior, presidente del Cabildo tinerfeño con dilatada, incombustible y eficaz trayectoria pública? ¿Cómo era posible que una perfecta desconocida desbancara a nombres absolutamente consolidados en las instituciones isleñas? La respuesta estaba revoloteando en el Senado y llegó convertida en un inesperado sobresalto que los "populares", junto a CiU, regalaraon a los pasmados socialistas-obreros que, sin duda, no contaban con el giro en el último minuto propiciado por los catalanes en la Cámara Alta (los neonacionalistas canarios votaron, ¡cómo no!, junto a sus socios mercantilistas). Las políticas sociales y de igualdad de la mujer, como armas electorales manipuladas por el Ejecutivo de Zapatero, además de subsidiados, homosexuales y emigrantes, se vinieron abajo empujadas por los contundentes argumentos de la presidenta de los "populares" catalanes, Alicia Sánchez-Camacho, quien instó al Gobierno a las reformas necesarias para prohibir el "burka" y el "ninab" en espacios públicos, incluso en la calle. ¿Qué tiene que ver la senadora canaria con este varapalo en el Senado? Aquí fue donde encontramos la respuesta a la incertidumbre que nos embargaba. No tuvimos que hacer demasiados esfuerzos para entender, por fin, lo que había sucedido: simplemente escuchando las evidencias. La senadora que había sido designada por su partido para hacer el ridículo... lo hizo y bien, con la complacencia de sus compañeros, que no quisieron ni siquiera oler el asunto a tratar.

El asunto a tratar ya había sido pulsado en muchos municipios de toda Cataluña y los resultados apuntaban a evitar el uso de las citadas prendas en público. ¿Qué se tramó en el seno de los socialistas-obreros? Por supuesto, ningún personaje de la organización se quemaría en algo que ya se había votado y que dejaba bien a las claras cuáles eran las señales de los militantes catalanes. La ola, después, viene inundando todo el territorio nacional. ¿A quién seleccionar, entonces, para tal alta distinción? A una joven canaria, poco conocida (más bien nada), a quien sus propios compañeros de las Juventudes Socialistas Canarias, un día de aquel 2008, le indicaron que se marchara (es una expresión menos dura), a pesar de que venía avalada por los obreros López y Pérez. La censura contra su gestión constituyó el inicio del fin de tres prebostes que, estupefactos, no creían lo que estaba sucediendo, y era, sencillamente, el "no" de unos jóvenes a un trío endiosado.

Los votos de la senadora Hernández, en aquellas elecciones, se multiplicaron por las expectativas que había despertado López Aguilar y éste, a su vez, aprovechó el tirón que significaba, y significa, Saavedra. El tiempo ha situado a cada uno en su lugar, es decir, a López en Europa (50 millones de pesetas al año); Hernández (alrededor de 13 al año, y alguna comisión); Pérez (12 anuales, más o menos, sin ningún puesto relevante); siendo, sin embargo, el que menos cobra quien salió mejor parado de aquella maniobra: Javier Abreu, aunque continúa convertido en un paradigma del sectarismo. Saavedra sigue instalado en el Archipiélago con su estar de vuelta de casi todo y categorías de costumbre. Mozart produce más beneficios espirituales y físicos que pulular, constantemente por los alrededores de Ferraz y La Moncloa.

Todo el mundo en el Senado, menos los que defendían las cárceles de tela de las mujeres, estuvieron de acuerdo en que el velo integral discrimina y veja la dignidad de la mujer. La senadora "popular" afirmó, con toda la razón que puede asistir a una persona en su sano juicio, que el artículo 14 de la Constitución, el que se refiere a la igualdad, no es patrimonio de la izquierda. Con lo cual dejó en bragas a nuestra debilidad estomacal, la también senadora Leire Pajín (3 millones de pesetas mensuales), y a la utilizada Patricia Hernández, quien, para rematar su rusticidad, manifiestó que se estabana aprovechando de las víctimas para arañar votos en Cataluña. Es revelador que los autodenominados progresistas decidan no amparar a las mujeres de una amenaza tangible. En cualquier país islámico no dejarían levantar una simple capillita con un crucifijo. Mientras, en España, proliferan mezquitas por doquier. Enhorabuena, senadora Patricia.