LA VERDAD es que no sabemos cómo empezar nuestro comentario de hoy y desarrollar nuestros pensamientos que, permanentemente, están en lograr esos tres elementos que componen la independencia de Canarias: la libertad, la dignidad y la identidad de los canarios. Ayer decíamos que nos dan ganas de llorar cuando contemplamos la soberanía que posee el archipiélago de las Islas Seychelles. Hoy nos dan ganas de llorar al pensar en quienes somos y en quienes están por encima de nosotros humillándonos y quienes son los malhadados dirigentes canarios que permiten que a los canarios nos humillen los españoles. Personas que, encima, siguen pensando en elecciones autonómicas y nacionales y, lo que es peor, en la reforma del Estatuto esclavista de autonomía. En fin, estamos convencidísimos de que la independencia llegará porque es un mandato de la ONU; es decir, del organismo internacional que regula las relaciones de los países civilizados de todo el mundo y porque un hombre no puede ser esclavo de otro. Eso pertenece al pasado.

Para llegar a la independencia ya se preparan varias estrategias, siendo el soporte de todas y cada una de ellas la seguridad en que el pueblo ha perdido el miedo pero aun sigue narcotizado. Es decir, ha pasado la operación pero sigue en la sala de recuperación, aunque ya libre. Una de esas estrategias es levantar al enfermo y proclamar que es un ser humano. Y eso consiste en que los nacionalistas, no los de CC que no lo son -salvo alguna excepción acallada-, sino los nacionalistas auténticos se agrupen y consigan entrar en las instituciones canarias, aunque no se reforme la ley que impide la presencia de los partidos minoritarios en el Parlamento. Basta con que los independentistas estén en una sola de las instituciones -cabildos, ayuntamientos, aunque si es en el Parlamento, mejor- para que desaparezca el temor que todavía sienten muchos canarios a ser dueños de sí mismos. En definitiva, si los independentistas se unen, podrán tener su propio presidente de la Comunidad mientras seamos españoles a la fuerza. Y también presidentes de cabildos, alcaldes, etcétera. La esperanza, volvemos a decirlo, nos mantiene. Sabemos que Dios premia a los justos y hoy, de paso, vamos a citar dos o tres casos.

En la misma página de un diario mínimo que se imprime en Tenerife vemos a un presidente de la Comunidad canaria, concretamente Paulino Rivero, en una foto de archivo dialogando con el primer ministro de una nación próxima a nosotros que tuvo la suerte de que el país que la dominaba dejó de apretarle las tuercas y la convirtió en nación. ¿Quién es superior a quién? Por supuesto, el señor de color; dignísimo, pero ministro de una nación. Y no el otro señor, que parece mirarlo con aire superior, cuando en realidad es un político inferior por ser un súbdito sometido a la nación que nos coloniza. Es decir, ¿quién es el natural y quién el sumiso? Por supuesto, el que depende de España y no el que depende de sí mismo, de su nación, que es Cabo Verde. En la misma página se dice que Canarias se suma a las regiones que reclaman más soberanía. Que se dejen ya de majaderías; puede ser que las comunidades autónomas españolas, no las nacionalidades, quieren más autonomía. Bien hecho. Una autonomía no puede tener límites. La canaria tiene amos. ¿Quién manda más, Zapatero, Rubalcaba y Bibiana, o Paulino Rivero y Ricardo Melchior? Cualquier peninsular con mando en España es superior a cualquier político isleño y es el superior de cualquier autoridad canaria, por máxima que sea. Es decir, no somos libres. Y en el sentimiento íntimo de cada español permanece la idea de que las Islas Canarias son islas suyas, y sus habitantes no son españoles sino indígenas de su propiedad.

Y unas líneas más para acabar. En otro medio -hemos dicho repetidas veces que somos muy eclécticos y tomamos lo mejor de los demás- el señor Hernández Spínola se muestra contrario al sueldo vitalicio de los ex presidentes. Desde que llegó Hernández Spínola a la portavocía del PSOE en el Parlamento han entrado "garrafas" de aire fresco que han desplazado el aire viciado de don Santiago Pérez y de don Juan Fernando López Aguilar; los dos grandes enemigos de Tenerife. Y un mensaje para el señor Castro Cordobez: no hace falta un foro de ideas para pensar en el futuro de las Islas. El futuro de las Islas pasa sólo por la independencia.