FRENTE a la actual sociedad tecnológica, cuyo desarrollo parece basarse exclusivamente en la ciencia y en lo que ésta pueda aún demostrar, todavía nos queda la pura creatividad y el desafío intelectual de aquellos que se oponen a ser arrinconados porque haya quienes desprecien el valor de las palabras, lo que éstas significan, y lo que puedan contribuir a realzar la eficacia de las ideas.

Según se desprende del informe sobre la Evaluación General de Diagnóstico que preveía la Ley Orgánica de Educación, en la que han participado más de treinta mil alumnos de cuarto de Secundaria, y en la que se les han valorado sus capacidades de aplicación de los conocimientos adquiridos en distintas materias como matemáticas, física, lenguaje y competencia social y ciudadana, con la intención de poder hacer comparaciones regionales, ha puesto de manifiesto, yo diría que por desgracia una vez más, el suspenso casi abrumador de Canarias en dichas materias básicas.

Ateniéndonos a los resultados medios obtenidos, se puede llegar a la conclusión, triste conclusión por cierto, de que a la hora de leer, a nuestros hijos e hijas les cuesta trabajo identificar la información -no digamos ya procesarla-, buscarla en textos extensos, organizarla, así como realizar las oportunas descripciones medianamente coherentes. Por supuesto, la mayoría de ellos son incapaces de sustituir palabras de un texto por otras, sin que por ello se pierda la cohesión o el significado de las frases. Teniendo en cuenta que las asignaturas mencionadas son más o menos fáciles de evaluar, uno se pregunta ¿qué resultados arrogaría una evaluación a esos mismos estudiantes sobre las competencias sociales y ciudadanas? ¿Se lo imaginan?

Obviamente, los alumnos que mejores resultados obtienen son aquellos cuyos padres tienen un mayor nivel educativo, un mayor nivel de compromiso social, así como los que forman una familia cohesionada; todo influye, incluso el número de libros de que se dispone en casa, o las posibles aspiraciones de estudios superiores de los alumnos. Pero fundamentalmente lo que más influye en los hijos es el ejemplo y la actitud de los padres; ya que la conducta que observan en casa es muchas veces la que intentan imitar.

En resumen, la finalidad de la Evaluación General de Diagnóstico del Sistema Educativo no es otra que la de intentar contribuir a la mejora de la calidad y a establecer una cierta equidad en el sistema educativo; así como ofrecer la información necesaria sobre el grado de adquisición de las distintas competencias básicas, y así valorar mejor si cabe en qué medida la escuela actual es capaz de preparar a nuestros hijos e hijas para afrontar los retos que te proporciona la realidad, y, a la vez, hacerse responsables de los actos que han de poner en práctica para vivir el día a día y, como estudiantes, asumir cada uno su propio papel en la actual sociedad moderna.

Debemos hablar de la educación desde una perspectiva ética que nos conduzca a la formación integral de las futuras generaciones, basando nuestros argumentos en el sentido común y en el placer de aplicar la sabiduría popular por defender las cosas bien hechas: enseñarles las virtudes que sin duda impulsarán su futuro éxito educativo y personal como puedan ser la lealtad, la amistad y el entusiasmo; pero también enseñarles el valor y el verdadero coste de las cosas; ya que nos movemos en un mundo donde, al parecer, multiplicamos las necesidades, así como la dependencia física y emocional de nuestros propios sentimientos y deseos.

Ahora, parece ser que todo ha de ser inmediato, ligero, fácil, irreflexivo, vacío, banal…; lo cual trae como consecuencia que no se valoren las cosas en su justa medida; ni se sea consecuente con las implicaciones que puedan tener nuestros actos. No obstante, hay que reconocer que a nuestra juventud le tiene que ser difícil desenvolverse en una sociedad donde todo esfuerzo y compromiso se banaliza hasta el extremo de relativizar cualquier referencia social. Debemos rechazar, por su propio bien, el exceso de permisividad, así como su particular devoción por la cultura del éxito inmediato, que no deja de ser la antesala del todo vale con tal de conseguir unos determinados objetivos.

Hemos olvidado la enseñanza del respeto por los mayores, por las cosas bien hechas, por lo que piensen y digan los demás; aunque no nos guste. Es bueno tener control sobre nuestros propios instintos, sobre nuestros sentimientos, sobre nuestra propia forma de expresarnos; en pocas palabras, hemos de insistir en la importancia que en la escuela debe tener el hecho de primar y premiar el esfuerzo, la disciplina, la profesionalidad, la entrega, el sacrificio, la aplicación del respeto para sí mismo y para los demás, como signo inequívoco de lo que es y debe significar enfrentarse a la vida con un mínimo de seguridad de salir airoso ante la adversidad.

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