HOY VOY a recordar algunos acontecimientos ocurridos en el mes de mayo de años pretéritos, y que la mayoría de las veces pasan desapercibidos, sin pena ni gloria.

Comenzaré con el 3 de mayo de 1494. En la descripción del Escudo de la Ciudad, de la Guía Oficial de Santa Cruz de Tenerife, se habla del 1 de mayo como fecha en que, en la ribera de Añaza, el Adelantado Alonso Fernández de Lugo fijó la cruz que le ha dado nombre a nuestra ciudad, afirmando que el 3 de mayo se celebró la primera misa, iniciándose así de alguna forma la cristianización del lugar y su futura denominación. Según el catedrático de Historia del Arte Alberto Darias Príncipe, en la misma guía, Santa Cruz de Tenerife fue fundada por el Adelantado Fernández de Lugo junto al Barranco de Santos. Fue un pequeño núcleo urbano hasta el siglo XVIII. A partir de este siglo la tónica de crecimiento se acelera de forma inusual, convirtiéndose en una localidad con capacidad para que, a comienzos del siglo XIX, pueda convertirse en la capital del Archipiélago, añadiendo que fueron dos los acontecimientos que influyeron en esta transformación: la destrucción del puerto de Garachico a causa de la erupción volcánica de 1706, y el traslado del comandante general desde La Laguna. También sobre el mismo hecho el coronel de Artillería y periodista Juan Arencibia, en la misma guía, escribe redundando en el hecho: "El 3 de mayo de 1494, el Adelantado Alonso Fernández de Lugo desembarcó por la zona suroeste de la ciudad, en el lugar conocido por Añaza, con cerca de mil hombres, 120 caballos y centenares de auxiliares nativos de otras islas. Aquel día se inicia la historia de Santa Cruz de Tenerife, que acaba de celebrar, este año, el 516 centenario de su fundación".

Esta es la historia y así está recogida, sin anacronismos. La ciudad en que ahora vivimos ha tenido su origen en aquella fundación. Los que pensamos que ha sido fructífera y que habitamos en una ciudad moderna y con futuro debemos recordar la fecha con afecto y satisfacción; anteriormente se celebraba con grandes festejos. No ha tenido la repercusión en los medios de comunicación que tenía hace ya unos años. En gran manera se ha reducido a mostrar los actos lúdicos: la cena canaria, las cruces de mayo, la exposición de flores y plantas (últimamente algo deslucida a mi entender), etc. Creo necesario explicar a las nuevas generaciones cómo desde un pequeño lugar que fue, ha llegado a ser una de las capitales del Archipiélago y que durante muchos años fue la única capital, así como los artífices de este progreso: capitanes generales, en los primeros años, alcaldes, presidentes del Cabildo… nada de esto se hace. De esta forma, lo único que se consigue es tener una sociedad, y especialmente una juventud, desinformada y sin elementos de juicio para formarse una opinión. ¿Es esto lo que se pretende?

Otra fecha a recordar y cuyo personaje ha sido muy importante para que esta ciudad sea como es, tenga el escudo que gloriosamente tiene y haya logrado gran parte de sus éxitos en todos los sentidos, es el 8 de mayo de 1729, fecha en que nació en Aranda de Duero (Burgos) el que fue comandante general de Canarias, rechazando y derrotando brillantemente el 25 de julio de 1797, día de Santiago, al hasta entonces invencible Horacio Nelson, contralmirante de la flota británica, dueña en aquella época de los mares. Su nombre completo fue el de Antonio Miguel Gutiérrez y González Varona; era hijo del entonces capitán, que llegó a coronel, D. José Gutiérrez Verger y de Dña. Bernarda González Varona. De limpio y noble linaje por ambas ramas familiares, era hombre de arraigadas creencias religiosas. Esta religiosidad y el espíritu militar en que se desenvolvió su vida marcaron sin duda su carácter. En el año 1743, con catorce años, participó en la guerra de Italia como subteniente hasta su finalización; fue su bautizo de fuego y milicia, a la que luego se dedicó en cuerpo y alma hasta su fallecimiento en Santa Cruz de Tenerife el 13 de mayo de 1799, dos años después de la Gesta del 25 de Julio, con 70 años, estando enterrado en la iglesia matriz de La Concepción, en Santa Cruz. Ciudad que defendió ante unas fuerzas instruidas y bien pertrechadas y mandadas, gracias a su plan de defensa y a las medidas de todo tipo tomadas, y desde luego al valor de las fuerzas defensoras, apoyadas por un pueblo valeroso y leal, no pudiendo olvidar las bravas mujeres, aún pendientes de su reconocimiento oficial, que apoyaron con valor la defensa. Sólo recordar de su brillante hoja de servicios sus acciones más relevantes: el desalojo de los ingleses de Puerto Egmont, en Las Malvinas, en 1770, al mando de las fuerzas de desembarco, firmando una honrosa capitulación, preludio de lo que después realizaría en Tenerife, cuyo acierto fue la promesa de no repetir el ataque y las buenas relaciones que se han mantenido con Inglaterra hasta nuestros días; en el año 1775 formó parte de la expedición de castigo a Argelia, en la que intervino con su proverbial serenidad y valor, resultando gravemente herido al frente de sus hombres (entonces los jefes militares iban al frente de sus hombres en las batallas). Hay historiadores que afirman que, siendo brigadier y bajo las órdenes de Luis de Balbes, participó en la reconquista de Menorca, en poder de los ingleses, ocupando Mahón en 1782. La realidad es que por esas fechas fue nombrado comandante militar de Menorca y gobernador de Mahón hasta 1790, en que ascendió a mariscal de campo (equivalente a general de División), siendo designado por el rey Carlos IV comandante general de las Islas Canarias. Con carácter accidental o interino por ausencia de su titular durante su estancia en Baleares fue comandante general de dicho Archipiélago.

El general Gutiérrez demostró a lo largo de su dilatada vida militar, y especialmente en la Gesta del 25 de Julio, previsión, prudencia, pericia militar y valentía, sin dudar ponerse al frente de sus tropas, con 68 años, como ya en otras ocasiones había hecho, hasta el mismo puerto, que estaban tratando de ocupar las tropas inglesas mandadas directamente por Nelson, hasta que fue herido en su brazo derecho, teniendo que retirarse. Fue generoso con los vencidos, dio gran protagonismo en la victoria a sus tropas, solicitando recompensas y ascensos para gran número de ellos. Fue humano, preocupándose de las viudas y los huérfanos, para los que requirió del Rey pensiones y ayudas. Muy alabado por los poetas y escritores de la época, destacaremos al escritor-historiador Viera y Clavijo, quien dijo: "Habiendo apreciado siempre las prendas que en la persona de V.E. concurren, tiene hoy la imponderable satisfacción de verlas tan gloriosamente laureadas con la completa victoria que ha sabido obtener… Este es nuestro personaje, debemos recordarlo con afecto y honor".