DEMOS por cierto que dice la verdad José Luis Rodríguez Zapatero al asegurar que la recuperación económica es inminente, que España está a punto de volver a crear empleo y que durante los primeros meses de 2010 se conseguirá la estabilidad presupuestaria, amén de otras buenas noticias anunciadas por el presidente el pasado jueves con el mejor de sus talantes. Las cifras procedentes de otras fuentes no son tan optimistas, ciertamente. Credit Suisse, el principal banco de inversión suizo, acaba de publicar un informe según el cual España es la sexta economía más vulnerable de las 43 analizadas por sus expertos. Egipto, Ucrania, Letonia o Kazajstán son, a juicio de este banco, naciones más seguras para invertir que España. Por otra parte, aunque la OCDE ha dicho que nuestro país se mantiene sobre la cota de los 100 puntos que separan la recuperación de la recesión, subraya que su fortaleza está por debajo de la media en la zona euro. Como las desgracias nunca vienen solas, a principio de semana se tambaleó la Bolsa de Madrid tras la advertencia de Standard & Poor´s sobre una más que probable bajada de rating para España. Si nos quedamos por Canarias, la Patronal tinerfeña ha dicho que en 2010 comenzará una leve recuperación, aunque insuficiente para generar empleo; motivo por el cual el paro se acercará en las islas al 29 por ciento de la población activa. Peor aun: ese leve optimismo de la CEOE-Tenerife no es compartido por todos los empresarios locales. Antonio Plasencia, presidente de Fepeco, rechaza que la licitación pública esté compensando el desplome en la construcción de viviendas. Al contrario: considera bastante negativo el panorama del sector en las Islas, con lo que significa eso para una región que ha basado en el cemento su enorme desarrollo de los últimos quince años. También podemos pasar por alto que sólo en el mes de octubre se hayan devuelto por impago 4.623 efectos comerciales en Canarias, con un valor total de 13,7 millones; cifras que sitúan a las Islas porcentualmente a la cabeza del país. Olvidémonos de todo esto y demos crédito a lo que dice Zapatero. Una actitud no muy aconsejable o directamente peligrosa, desde luego, pero seamos arriesgados al menos una vez en la vida. La pregunta inmediata es a qué vamos a dedicarnos para recuperarnos.

En principio cabe pensar en el ladrillo. La especulación inmobiliaria ha disparado la construcción en España durante los últimos quince años y este sector ha tirado de los demás, pues un edificio nuevo necesita de todo. Acabado el trabajo de los albañiles, comienzan los electricistas, fontaneros, carpinteros, pintores, decoradores, instaladores de telefonía, vendedores de muebles y electrodomésticos, etcétera, etcétera, etcétera. Motivo más que suficiente para que muchos -en realidad muchísimos- estén desesperaditos por volver a inflar la burbuja inmobiliaria. Parece que algunos, o no escarmientan, o les cuesta demasiado hacerse a la idea de que la bicoca se acabó. Y no estoy pensando sólo en los grandes especuladores, sino en los simples maestros de obra, y hasta meros peones, que se embolsaban miles de euros al mes; muchísimo más que casi cualquier titulado universitario. Una situación apetitosa, quién lo niega, pero un tanto difícil de retomar habida cuenta de que en 2006 -el dato sigue estando ahí- construimos más viviendas en España que las edificadas conjuntamente en Francia, Italia y Alemania; motivo por el cual a día de hoy tenemos entre 1.000.000 y un 1.400.000 casas -la cifra no se conoce con exactitud, acaso porque asusta conocerla con exactitud- esperando comprador.

Y si no es la construcción, ¿qué? En Canarias sólo el turismo, pues pensar en la industria, incluso en la industria del conocimiento, supone ser más optimistas que el propio Zapatero. Pero el turismo da para lo que da, y bastante hace. Sin el sector servicios, que resiste a duras penas aunque resiste, ya habríamos cruzado el umbral sin retorno de los agujeros negros. Tampoco caben alegrías en el resto de España, con una industria incapaz de competir con la europea por sus elevados costes de producción. No sólo laborales, sino de todo tipo. ¿Entonces nos cortamos todos las venas en público? Por supuesto que no. El camino es otro. Un camino largo y duro que comienza por ir haciendo lo que se debió hacer hace 30 años; un itinerario de paso a paso por la vereda del trabajo inteligente frente a la especulación orgiástica; de las empresas del conocimiento frente a las ancladas en una actividad que puede realizar cualquiera en cualquier país incluso subdesarrollado. En definitiva, una dura y larga austeridad a cambio de una solidez a prueba de crisis, vengan éstas de donde vengan. Cuando le oiga a Zapatero contar esta verdad, quizá empiece a creer en él. Mientras tanto me lo impide no la ausencia de fe en su socialismo, sino una cuestión de lógica elemental.