Banco Canarias de Venezuela, el mal uso del gentilicio

Hace algo más de 15 años, quizás guiado por buenas intenciones, pero, evidentemente, a la luz de los hechos, bajo el vulgar principio mercantilista de captar recursos de los emigrados canarios en estas tierras, se explotó el sentir canario y sus añoranzas, así como la confianza incondicional en unos empresarios de tradición y respeto en el medio de la emigración, y, avalados, a su vez, por las simpatías de las autoridades de turno de los distintos gobiernos autónomos, se daban las condiciones óptimas para que, a través de los fondos captados a nuestros pequeños y medianos empresarios y el amplio universo de trabajadores y jubilados originarios del Archipiélago se fortaleciera el banco en ciernes. Atrajo también los ahorros de muchos venezolanos confiados en la tradicional honradez y seriedad de las que ha dado sobradas muestras nuestra comunidad en esta tierra, siendo hábilmente utilizado mediante un eslogan que compromete y que ha sido leitmotiv de nuestra idiosincrasia: "gente de trabajo".

En un proceso diabólico de compra y venta de acciones, termina este banco, símbolo para los canarios, en manos de un hombre de origen asturiano de nombre Ricardo Fernández Berruecos, señalado como un gran corrupto ligado al entorno de prominentes figuras del Gobierno de Chávez. Las características del comprador del banco seguramente no habrán pasado desapercibidas para los anteriores accionistas, cuya cabeza visible era su presidente Álvaro Gorrín, perteneciente a una laboriosa y emprendedora familia canaria (con quien, por cierto, compartimos, allá en los 70, un ilusionante proyecto nacionalista y soberanista para Canarias), y al final parece haberles importado poco dejar el buen nombre de "nuestro banco", con sus inevitables implicaciones, en manos de un aventurero de semejante calaña.

Hoy me tocó ver, con indignación y tristeza, cómo unos viejecitos lloraban mientras procuraban recuperar algo de sus ahorros, cuya garantía por parte del Estado venezolano apenas asegura algo más de 1.000 euros.

Por si esto fuera poco, las ayudas que cada año destina el Gobierno de Canarias para nuestros emigrantes de avanzada edad y muy necesitados fueron canalizadas, seguramente de muy buena fe, a través de este banco, y que al día de hoy nadie ha podido cobrar e ignoran cómo han de proceder.

Manuel Negrín

A doña Aminatu Haidar

Respetada señora:

Le ruego acepte mis disculpas por mi ignorancia y desconocimiento de su trayectoria como defensora de los derechos humanos y su lucha por la independencia del Sahara. Ese conocimiento lo tengo ahora que usted ha iniciado su huelga de hambre.

Soy un inmigrante colombiano, de 46 años, casado y con dos hijos. Y desde hace unos cuantos años vivo en España, país acogedor y hospitalario.

Señora Haidar, usted tiene un compromiso con su pueblo, con sus hijos, con el mundo y con usted misma, pero, sinceramente, no considero que poniendo al Gobierno de España contra la pared en unas tensísimas relaciones con Marruecos sea la solución para el pueblo saharaui. España está inmersa en una lucha enorme por salir de una crisis económica que está dejando a millones de familias sin trabajo y, en muchos casos, sin sustento. España es el país del mundo con más cooperantes internacionales y España acaba de superar un secuestro de marineros y afronta la durísima tarea de traer al seno de sus familias y de su pueblo a tres cooperantes españoles secuestrados en Mauritania.

Señora Haidar, entiendo y comparto su lucha, pero, en nombre de la solidaridad con un pueblo y un gobierno como el español, le pido que levante su huelga de hambre y acepte algunas de las alternativas que España le ha propuesto. Créame, será mucho más fructífera su lucha.

Un saludo solidario.

Jorge Leguizamón