TRATO de cuidar que este habito de escribir, especialmente en los artículos sociales y políticos, no me lleve al envalentonamiento y a creerme el guerrero del antifaz. Quita, quita. Trato siempre, pensando lo que pienso, de comprender y considerar a la otra parte, a veces metiendo caña o equivocándome por supuesto, pero como debe hacer un atrevido aprendiz de plumilla, sin el más mínimo miedo a decir lo que veo desde mi punto de vista tan libre como me lo creo.

Y es que esto es mucho, caramba. Ya sólo faltan el Parque García Sanabria, la Basílica y el Teide.

Si no fuera tan penoso sería para reírse a mandíbula abierta. ¿Cómo es posible? Sólo me falta quedarme embarazada, le dijo Santa Cruz a su pedestal engrasado. Resulta que la plaza de España, conocida ahora por la plaza del pozo de petróleo, en su flamante lago se ha llenado de aceite, de piche o de pasta de crudo, vete a saber. ¿Algas negras a 50 m. de profundidad? ¿Cómo está ese fondo? Lo que sea, da igual, una caca pinchada en un palo que como hagan funcionar el chorro dispersor va a convertir el centro de la urbe en la primera acumulación azabache del mundo y a los taxistas de la capital (blancos) en taxistas de Londres (negros). Es una cosa de película de ficción, no llegan las palabras. Fofito y Milikito. ¿Cómo puede pasar eso, criatura de Dios? Estamos lelos ¿o qué?

Lo mismo que la playa de Valleseco, que parece D. Francisco Franco cuando estaba lleno de tubos en sus últimos momentos de vida, y casi lo mismo que el Parque Marítimo, que es el mayor crimen pirata desde nuestro Cabeza de Perro de Machado. Llenos de pringue por todos los lados: el muellito de San Andrés ahora es un patético filamento de toscos sin ton ni son y la superficie de costa de Añaza (en el otro extremo), un triste reservorio para los novios que tiran sus preservativos a docenas, con promesas de cúpulas abracadabrantes y así sucesivamente en una especie de conjura de velilladas oscuras, sucias y pringosas que no afectarán nunca a los que se vayan de vacaciones a Cancún, pero que sí fastidiarán la vida de los vecinos, que, hartos ya de tanta incompetencia, van a empezar a estallar en grupos cada vez más numerosos.

Vamos a ver, el lago, como bonito puede serlo. Quizás su estética puede ser interesante finalmente. A mí, por ejemplo, me gusta el sistema de paredes con plantas y flores, pero eso podemos ponerlo hasta en la azufrera. Ahora bien, la casa hay que empezarla por los cimientos. Las flores, después del jarrón. Antes se tenía que haber construido la base constituida por tremendos túneles que son necesarios para que fluya correctamente lo que tiene que fluir desde las autopistas hasta San Andrés. Los proyectos que son con agua empozada llevan mucho mantenimiento y propician la gamberrada, los disgustos o los siniestros corrosivos. Quiten esos containers de ahí, mira que llevan años. De verdad, si hubiera un concejal de costa lo enviaba a vivir a su alberca con Shrek, que es el ogro que enamoró a Fiona.

¿La Refinería? Tiene que marcharse del centro de la ciudad porque ya no es sostenible el invento. Lo siento en el alma, pero si no es por las buenas, democrática y civilizadamente hablando, será por las malas.

Esa costa, enterita de un lado a otro, hay que acometerla de una vez por todas ambiciosamente. Desde la playa de Las Teresitas hasta, como mínimo, el Palmétum, que nunca ha sido abierto por las nocivas emanaciones y al que por el centro de su superficie ya no le quedan palmeras. Con la vía de cornisa, con el tranvía, con playas a tutiplén, con dos o tres carriles en cada dirección y sin semáforos, pa´llá y pa´cá, con aparcamientos suficientes y decentes, con un puerto integrado como es debido, con zonas verdes, con superficies para contenedores, con carril de bicicletas digno y con una ciudad en peso que en justicia puede pretender de las diferentes administraciones todo lo comentado y más.

Se puede hacer bien. Es más, con un poco de cabeza y con el compromiso no egoísta de los diferentes políticos y partidos, no costaría tanto porque al fin y al cabo son sólo una docena de kilómetros.