EXACTAMENTE, el jueves, día 20 del presente mes de agosto, entre las doce y la una del mediodía, o de la tarde, según se mire, tardé en recorrer, a bordo de un coche, la calle de La Marina, entre el degradado y ya sin gracia alguna bar de Los Paragüitas y el final de lo que fue bella, atrayente y acogedora Alameda del Duque de Santa Elena, que hoy es una desangelada plazuela de barrio bajo, el módico tiempo de treinta minutos. Por delante, por detrás, por los lados y casi por encima y por debajo, cientos de coches rodeaban al que ocupaba un servidor, que era el de mi hija, y que, a duras penas, avanzaba centímetro a centímetro. Hacia la avenida de Anaga, que llaman protocolariamente de don Francisco La Roche, cuando debió denominarse de don Miguel Pintor, que fue el gran ingeniero que la concibió y la ejecutó y al que Santa Cruz no ha pagado la enorme deuda que tiene con él por ser también artífice de su puerto.

Tengo que hacer constar que en todo el recorrido hasta la altura de la Comandancia de Marina, avenida adelante, no vi ni a un simple guindilla que hiciera algo por controlar, ordenar y aligerar la circulación y ayudar a los conductores. Eché de menos, una vez más en las vías santacruceras, a agentes de la Policía Municipal, hace años permanentes guardianes de las calles santacruceras como el inolvidable cabo Palmiro, capaz de resolver los mayores atascos circulatorios. Ni un policía local, como los llaman, por lo finolis los señores ediles, a lo largo y a lo ancho de las calles santacruceras. Hay barrios, como el mío, que lo llaman, pomposamente, Centro Residencial Anaga, en que los más viejos del lugar, entre los que empiezo a contarme, no recuerdan ver a un guindilla por estos lares. Cuando raramente encuentro a alguno, que antes llevaban uniforme azul marino, varios "rusios" por el uso continuado, y ahora llevan esos "monos" de "las unidades caninas" y otros extraños grupos, me acerco a ellos por si se han equivocado de calle, porque, realmente, son extraños por aquí.

En el comentario anterior eché la culpa al responsable municipal de la señalización horizontal de las calles de la ciudad, de un galimatías organizado al final de las Ramblas con verdadero peligro para los que cruzan a pie por ese sector. Hoy denuncio a los responsables municipales del tráfico urbano por estas anormalidades que denotan abandono y falta de interés por la seguridad y la simple normalidad de los santacruceros. No pedimos favores ni bondades excesivas. Solo exigimos -y la palabreja me repugna por el uso indebido que le dan los sindicalistas- que el ayuntamiento respete a la ciudadanía santacrucera y cubra las elementales obligaciones que tienen los regidores en una ciudad de la importancia de la nuestra. Otros lo han venido cumpliendo en épocas incluso más difíciles.