El futuro tiene muchos nombres.

Para los débiles es lo inalcanzable.

Para los temerosos, lo desconocido.

Para los valientes es la oportunidad.

(Víctor Hugo)

En los últimos tiempos he conocido algunos casos de personas que han sufrido y sufren crisis emocional tras la ruptura con sus parejas. Un sufrimiento que cuando alguien nos lo traslada con angustia no debemos restarle importancia, por el contrario, es muy importante prestarles el máximo de atención y comprensión porque un divorcio o separación sentimental puede ser extremadamente doloroso, y la magnitud del impacto emocional ocasionar consecuencias muy peligrosas para la salud, tanto que pueden durar años, incluso toda la vida, aunque en otros casos, los más afortunados pero menos frecuentes, superarse en algunos meses. Como media, se necesitan hasta dos años como mínimo para recobrar la estabilidad y alcanzar de nuevo una vida satisfactoria. Obviamente no es el mismo sufrimiento para quien toma la iniciativa que para el que tiene que respetarla y asumirla, y aunque puedan parecer situaciones anímicas diferentes, el dolor siempre afecta a ambos.

No es lo mismo la pareja que decide separarse tras un período ya consolidado de crisis y se ha ido haciendo a la idea y llega voluntariamente a hacerlo porque ambos están de acuerdo que les supondrá alivio a una relación dificultosa, aunque resulte muy doloroso dejar atrás los hijos, sobre todo si son pequeños, o acarree un cambio radical en la situación económica si es venida a menos, que aquellas separaciones bruscas, inesperadas, repentinas, que desconciertan porque quien se siente más perjudicado de la pareja no recibe ni encuentra una explicación ni la oportuna ayuda para que la separación sea lo menos traumática posible. En estos casos resulta fundamental la ayuda de familiares y amigos íntimos y positivos, incluso de profesionales, para recurrir cuanto antes a todos los recursos disponibles para afrontar la realidad en solitario y por sí mismo, aprendiendo, incluso, a disfrutar de las enormes posibilidades que da la soledad. Por mucha ayuda externa que reciba el depresivo, tiene más pronto o más tarde que superarse él solo. No es conveniente recurrir a muchos familiares y amigos, mejor pocos pero auténticos, eligiendo los que están más preparados, por edad o proximidad, para ayudar a mejorar la salud física y mental del afectado, procurando el apoyo de quienes aportan ideas positivas, nunca negativas.

Claro que no es lo mismo sufrir una depresión tras una ruptura sentimental dependiendo de la edad; siempre hay factores positivos y negativos, por lo que procede aprovechar los primeros y eliminar los segundos. Y tampoco es lo mismo recibir apoyo familiar, aunque sólo sea para resolver asuntos puntuales de tipo doméstico, como la calidad de la comida y la compañía, que posturas críticas que aumenten la ansiedad. Hay casos en que el deterioro físico, la pérdida de peso, la mirada ansiosa o perdida, la apatía física o el desinterés, llegan a minar la salud, adelgazando considerablemente, incluso perdiendo el trabajo y la autoestima, somatizando enfermedades graves inexistentes antes de la ruptura, de ahí el peligro de no resolver cuanto antes la adversidad.

De la misma manera que aprender a amar y luego dejar de hacerlo supone una crisis dolorosa, también se puede aprender a olvidar lo amado, si bien no es fácil, requiere tiempo, y hasta puede parecer al principio imposible e insoportable. En palabras de Alejandro Casona, más vale sembrar una cosecha nueva que llorar por la que se perdió.

* Médico cirujano

jvicentegbethencourt@yahoo.es