Las papas canarias y las de importación

En esta época las cuevas y los depósitos de los agricultores canarios están llenos de las sabrosas papas canarias. Sin embargo, Madrid, hace años, autoriza la importación de papas extranjeras como también lo hace con las frutas, vinos, leche, carne y toda clase de productos que se dan en Canarias, incluso las botellas de agua de beber. Pero todo esto es una política española bien definida desde los años 60, para acabar con el sector primario canario y obligarnos a reconvertirnos en el sector turístico y abandonar, sobre todo, la agricultura. Lo peor es que muchos de nuestros compatriotas no se dieron cuenta de la gran maniobra colonial y abandonaron las tierras o las vendieron para construcciones turísticas y ahora se pagan las consecuencias.

En estos días en que las cooperativas plataneras están tirando miles de kilos al barranco para mantener los precios, no me extrañaría que las cooperativas agrícolas tengan que tirar nuestras papas para que los importadores sigan gozando de sus beneficios, ante la indiferencia del gobierno canario y los cabildos, que no quieren denunciar la situación para que no se enfade Madrid. O bien se toma conciencia de una vez de todo esto y luchamos por la independencia o nos hundiremos más en la miseria de esta colonia y aquí tendremos que comer y beber sólo productos importados, que es lo que quiere Madrid.

L.B.D.

Reflexiones de un militante nacionalista

Nos encontramos ante momentos de importancia suprema para el nacionalismo canario. Constatamos una mayor concienciación de los canarios ante el problema de la dependencia política de España y ya se comienza a escuchar entre la gente corriente, entre la que me encuentro, que la única solución viable al estancamiento social y económico de este Archipiélago es la consecución de la soberanía absoluta para el mismo, el que por fin Canarias pueda sentarse con los países libres en la Asamblea de la ONU, para poder regir nuestro destino.

Muchos años después podremos ver las cercas fuera del paisaje, nos uniremos todos al futuro y juntos seremos libres, el pescador podrá trabajar sus redes y el campesino sembrará su propio pan. Estas frases del grupo Taburiente hoy alcanzan su momento de máxima actualidad, los canarios queremos recuperar la dignidad de hombres libres y lo exigimos para ya, no para mañana, sino para ayer, queremos ser ciudadanos de una Canarias libre y soberana.

Pero cuidado, los enemigos de la libertad acechan, los amantes de las cadenas vigilan, los traidores a la patria nos rondan. Es de todos conocido que haberlos haylos. El otro día se extrañaba el editorial de El Día de que D. Juan Manuel García, catedrático de la Universidad de La Laguna, dijese que en el PNC no cabía la independencia, yo me atrevo a decir más: en el PNC sólo cabe él; y la Sra. Sarraute, claro.

El tiempo pone a cada uno en su sitio y este señor ya tiene el suyo en la historia de la política canaria. Es un tránsfuga, ¿o ya no nos acordamos?: en 1998 cogió su escaño y se marchó al Grupo Mixto. ¿Qué catadura moral puede tener un señor que ha realizado dicho acto?, ¿se puede tener en consideración las opiniones de este individuo? Yo desde luego no.

Dejando a un lado subproductos de la política canaria, insisto en que este es un momento de suma importancia. En Coalición Canaria se empiezan a ver corrientes internas debidas al inconformismo, las bases empiezan a movilizarse desde dentro, utilizando los cauces estatutarios, respetando los estamentos y los tiempos, pero apostando de forma clara y decidida por la independencia como meta final y suprema de Coalición Canaria.

En definitiva, las nuevas generaciones ya no creen en la política de lo posible, en la gestión de las migajas, están apostando de forma decidida por un proyecto nuevo e ilusionante, por unas metas más ambiciosas, por una auténtica política de Estado, las nuevas generaciones quieren dejar de ser la última colonia del imperio castellano y renacer como país libre y soberano.

José Ismael Rodríguez Delgado de Molina

Adiós al gomero Salvador

Lunes, 10 de agosto. Cuando me disponía a regresar a Tenerife desde Playa de Santiago, después de un mes de vacaciones, mi amigo Emilio, conocido cariñosamente por "El Moro", me hizo una pregunta que me impactó: ¿Qué edad tenía Salvador Mesa? Desde que capté el verbo en pasado pensé que al bueno de Salvador le había sucedido algo malo, y desgraciadamente me hizo saber de su repentina muerte a una edad relativamente joven, con 54 años. Después de ese impacto inicial, vino a mi mente ese Salvador que correteaba en ese campo de fútbol de la "Yunta", lleno de piedras, de tierra y con las porterías marcadas por dos enormes pedruscos que hacían de postes. Ahí se empezó a fraguar ese futbolista que, con apenas 17 años, fichó por el Tenerife, y donde se encontró con otro gomero de Playa de Santiago, Lolo. Ambos, después de jugar en el Tenerife, actuaron en Primera División: el mencionado Lolo en el Santander y Salvador en la U.D. Las Palmas.

Es habitual que las palabras dedicadas a una persona recientemente fallecida sean siempre benevolentes, pero en el caso de Salvador, el Gomero, como a él le gustaba que lo llamaran, están justificadas. Y mientras escribo estas líneas, un nudo en la garganta me impide seguir escribiendo; sólo me queda ánimo para dar mi más sentido pésame a su esposa, María Isabel, e hijas, Sherezade y Ayesa, así como a sus hermanos, Enrique, Sixta, Loly, Eliseo, José, Francisco y Gladys.

Descansa en paz, Salvador.

¡Nunca te olvidaré!

Pedro Siverio Plasencia

Viajar en el tranvía

Opinaba hace días que una gran parte de la población metropolitana había recibido muy favorablemente la puesta en marcha del tranvía. Otra cosa bien diferente fue todo lo relacionado con lo dilatado de las obras precisas para su bautizo, y las penas sufridas por algunos de los comercios de su recorrido.

Pero hoy me gustaría referirme a lo que supone hacer un recorrido, indistintamente si se trata de subir a La Laguna o de regresar al Intercambiador.

En primer lugar sería bueno que nos enterásemos de cómo es posible que teniendo un bono de los de 12 euros, en el que hay 3´45 euros disponibles, al introducirlo en el marcador correspondiente te dice que está caducado y no lo pica, te quedas con el culo al aire y supongo que si aparece el revisor de turno se te puede caer el pelo. ¿Cómo es posible que si el dinero con el que pagas no caduca alguien les autorice a hacer lo que les de la gana?, ¿o no tienen autorización y hacen de su capa un sayo? Creo sinceramente que los usuarios merecemos más respeto. El bono metro-bus de Madrid no funciona de esta manera.

Al menos deberían señalar en alguna zona del cartoncito la fecha de caducidad, tal como sucede con el agua de manantial o con el papel higiénico, que ya son ganas de hacer que las cosas caduquen.

Pero no acaban aquí las anormalidades. También puede suceder que la máquina expendedora automática te facilite a cambio de tus perras "un viaje tranvía", o bien "ida y vuelta tranvía", y cuando lo quieras validar se niega rotundamente y vuelves a sentir el fresco en salva sea la parte.

Otra cosa pintoresca es la posibilidad de que los revisores te puedan pedir el DNI. En los casos de bonos especiales, de estudiantes, etc., acaso se pueda justificar, pero cuando se trata de un pasajero estándar no comprendo qué tipo de autoridad representan, salvo la de ¡aquí mando yo! Por cierto ¿se han dado cuenta de la cantidad de sitios en que te piden el DNI? Les suelta usted de memoria los siete u ocho números y rematan: "Por favor, la letra", con una sonrisa de conmiseración, sin darse cuenta de que son ellos los patosos, que dicen DNI, donde debían haber dicho NIF.

Los revisores mencionados, que no son precisamente demasiados, se limitan a cumplir con lo que dice su nombre, a revisar, procurando pasar de puntillas. Si tienen oportunidad siéntense en el último vagón, en el sentido contrario a la marcha y podrán ver cómo suben algunos pasajeros, que se quedan quietitos y pendientes de quién sube en la siguiente parada para bajarse urgentemente si fuese necesario. Ustedes ya me entienden.

Por último -de momento-, ¿se han dado cuenta de que una bicicleta, una sola, ocupa el mismo espacio que una anciana, un inválido y una embarazada juntos?

He puesto estos ejemplos porque son los indicados, no sé exactamente en qué orden, en el cristal que está detrás de los asientos plegables. Por supuesto que si sube una bici los otros tres se van a quedar -en el orden que más les guste- de pie y agarraditos a los tubos amarillos para no caerse. Sería interesante tratar de buscar una solución menos sencilla.

José Luis Martín Meyerhans